Tras la muerte de Fernando VII, partidarios de su hermano Carlos María Isidro de Borbón (Carlistas) y su hija Isabel II (Liberales) se enfrentaron a nivel estatal por controlar quién debía ser el legítimo sucesor. En Mallorca, el único episodio violento tuvo lugar en Manacor, el día de Sant Llorenç de 1835

Si en Manacor alguien habla de sa Llorençada, es Rebumbori o es Renou, nadie le mirará con ojos de extrañeza. Pese a que los hechos sucedieran hace casi dos siglos, todavía hay hoy familias enteras que siguen sin hablarse debido al distanciamiento de entonces. Ahora, Josep Fuster, recompone, traduce al catalán y documenta visualmente la obra que escribiera su padre, el abogado y farmacéutico Gabriel Fuster, a mediados del siglo pasado. Editado por Lleonard Muntaner, cuenta con el apoyo económico del ayuntamiento de Manacor.

—¿Por qué Manacor?, ¿Qué pasaba en la ciudad para que sirviera de caldo de cultivo al odio?

—Los antecedentes hay que buscarlos en la noche del 24 de julio, festividad de santa Cristina, cuando después de un día de festejos e iluminado de las calles céntricas de la ciudad, las casas de los principales partidarios liberales amanecieron marcadas con cruces hechas de excrementos humanos. A partir de ahí todo explotó. sa Llorençada de Manacor fue el mayor alzamiento Carlista de la isla".

—Cuénteme más...

—Entonces, si bien las acusaciones fueron mutuas, la Justicia determinó que cuatro destacados jefes Carlistas locales fueran encarcelados cerca de la actual plaza de la Constitució. Sus partidarios se sintieron entonces perseguidos; así, tras una serie de reuniones secretas, la noche del 9 de agosto urdieron el plan definitivo.

—Porque cabe recordar que el Gobierno estaba en manos de los liberales, con la regente Maria Cristina de reina.

—Así es. En Manacor del XIX, entre otras cosas, existía un sentimiento de frustración. En una sociedad todavía muy religiosa, los Carlistas representaban el estado confesional. Además, había un cierto recelo a que una mujer tomara las riendas de España, la ley sálica...

—¿Qué pasó con los presos?

—Los Carlistas se alzaron de forma violenta, tomaron la cárcel, liberaron a sus partidarios y los substituyeron por todos los liberales que se iban encontrando por la calle. Una vez hubieron tomado el control de la ciudad, los alzados se hicieron con las actuaciones del proceso para quemarlas en una hoguera situada en la plaza Real (ahora de la Constitució o de les Verdures).

—¿Y quién tomó entonces el control del Ayuntamiento?

—Los jefes de la revuelta quisieron proclamar un nuevo Consistorio, hicieron repicar las campanas de la parroquia y del convento y hasta organizaron comidas para captar seguidores. Entre tanto algunos sublevados continuaban protagonizando alborotos y maltratos a los presos, y centinelas vigilaban la salida del pueblo para que nadie avisara de lo que estaba sucediendo.

—Pero el motín fue aplacado...

—Alguien, de alguna manera, superó los controles y logró dar la voz de alarma en Ciutat. De esta forma en la madrugada del 11 de agosto, un destacamento militar formado por 80 soldados a caballo entró en Manacor a carrera abierta. Sofocaron la crisis.

—¿No hubo muertos?

—Sólo uno, Bartomeu Riera Tafal, que fue condenado a muerte y sentenciado. Por otro lado se abrió un largo proceso judicial que se alargó por espacio de casi diez años. Fue una guerra entre hermanos.