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Palma a palma

Periódicos viejos

Hace años viajaba con una bolsa muy vieja. Y para evitar que se desfondara solía colocar un diario en el fondo. Esa sencilla precaución se convirtió con el tiempo en una herramienta de conocimiento. Porque el día en que vaciaba del todo la bolsa, me encontraba con varios diarios arrugados de hacía muchos años.

Para muchos, un "diario viejo" es sinónimo de aquello anacrónico, desfasado, sin valor. Es la función que se les reserva. Extenderlos en el suelo cuando se acaba de fregar. Limpiar los cristales. Cubrir algún escaparate. Incluso enviarlos a reciclar para fabricar con ellos papel higiénico.

Pero es una consideración injusta. Porque nada enseña más que un diario viejo.

Cuando te encuentras con un periódico de hace quince o veinte años, lo primero que te salta a la vista es la diferencia estética. Algo imperceptible para quienes siguen día a día las publicaciones. Pero muy evidente si lo miras con esa perspectiva.

Las fotografías, las tipografías, los elementos de diseño son bien distintos. Y te retrotraen a un mundo ya periclitado. Como ocurre con esos anuncios antiguos de la tele que te sorprenden por su tosquedad y simpleza.

Pero es que, además, el diario viejo te da lecciones de realismo. Ves a personajes públicos en anteriores reencarnaciones. Lees declaraciones que años después se han demostrado como mentirosas o falsas. O por el contrario, te asombra la lucidez de algunas previsiones.

El diario viejo coloca al periodismo en un extraño estado de intemporalidad, que parece incompatible con su carácter diario. Pero no lo es. Porque el periódico viejo ya no es noticia, ni actualidad. Ahora es historia.

Y la historia siempre tiene cosas interesantes que contarte sobre el presente.

Tal vez por eso, sigo guardando periódicos antiguos en el fondo de la bolsa. Confiando en que algún día me ayuden a comprender lo que está pasando ahora mismo.

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