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Palma a Palma

Ir a Samarra

Ir a Samarra

El destino se escribe con tinta invisible. Cuantas veces tomamos decisiones minúsculas, intrascendentes. Y sin saberlo, estamos tejiendo la trama más decisiva de nuestra existencia. Nos abocamos a un desastre. A un éxito. Sin saberlo, ni poderlo suponer.

Recuerdo siempre el cuento oriental sobre el amo y el criado que va a Samarra, una ciudad de Mesopotamia. Cuenta el relato que un noble de Bagdad mandó a su criado al mercado. Y allí, el siervo se encuentra con la Muerte. Esta le mira con una extraña expresión. El criado, aterrorizado, va a ver al amo. Le dice que huye urgentemente a Samarra, lejos de allí, para escapar de esa Parca que le miró tan fijamente.

El noble sale entonces y va al mercado. Cuando se encuentra a la Muerte le espeta: "Muerte, ¿por qué asustas a mi criado?" Y esta le contesta: "No lo quería asustar. Sólo me he sorprendido de verlo aquí. Porque esta noche le tengo que recoger en Samarra".

Esta fábula nos revela los caminos insospechados que toman las cosas. A veces, dudas. ¿Tomo esta calle para llegar a la Plaça Espanya o esa otra? Es una decisión tonta, fútil en la mayor parte de los casos. Al final llegamos a la Plaça Espanya de una forma u otra. Y apenas hay diferencia entre uno y otro itinerario.

¿Pero y si el destino nos reserva un golpe bajo? ¿Y si tomamos una calle y justamente allí se produce un accidente? ¿Y si allí nos atropellan? ¿Y si al pasar por un lugar hay un atraco?

Los grandes dramas surgen a veces de las cosas más intrascendentes. De forma que si pensásemos en profundidad cada una de nuestras decisiones, tal vez acabaríamos por no tomar ninguna.

La ciudad está llena de caminos. Muchos de ellos son simples itinerarios. Sin importancia. Pero alguno de ellos nos lleva a nuestra Samarra.

El problema es que no podemos saber cuál es.

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