Diario de Mallorca

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Crónica de antaño

Algunos aspectos del reinado de Sancho I de Mallorca

El monarca creó el Gran i General Consell para mejorar la situación institucional. B. ramon

A propósito de la coronación del rey Sancho I de Mallorca, en el códice de los Reyes, conservado en el Archivo del Reino de Mallorca, se puede contemplar una miniatura en la que se escenifica el importante acontecimiento que tuvo lugar en la Ciutat de Mallorca—la denominación de Palma no se empezó a usar hasta el siglo XVIII—el 4 de julio de 1311; es decir, mes y pico después del fallecimiento de su padre, Jaime II de Mallorca. En la escena miniada se puede contemplar al rey Sancho I, acabado de coronar, sobre un estrado, sentado en una silla de tijera, plegable, decorada con figuras zoomorfas deudoras del bestiario medieval. El joven monarca representado lleva media melena, bigotes y una barba arreglada. Porta una túnica azul celeste y sobre ella una toga de seda roja; calza unos botines de pronunciada punta, de seda negra, muy al gusto de la época. Pese a representar una coronación, la escena está exenta de lujos, muy en la línea de la austeridad franciscana siempre presente en el carácter de la Casa Real de Mallorca. La mano derecha del rey se apoya en un grueso códice de robustas tapas de madera. Sin duda se trata de los Privilegis i Franqueses de Mallorca. Le sujeta este singular libro el "jurat en cap", concretamente el caballero Gil Garcés, el cual aparece acompañado del resto de jurados de la Universidad de la Ciudad y Reino de Mallorca, seis en total: los ciudadanos Arnau de Esglèsies y Ramon Sacosta; los mercaderes Francesch Renovard y Simon Virgili; y el menestral Bernat Sescomes. A diferencia de su padre que había jurado los Privilegios treinta y cinco años antes en la iglesia de Santa Eulalia, Sancho lo hace en la antigua mezquita convertida en catedral por su abuelo Jaime I. Las obras de la nueva seo apenas han empezado: la capilla-mausoleo de la Trinidad y poco más. Llama la atención que en la escena esté representado únicamente parte del poder temporal: el rey y los jurados; y en cambio no aparecen ni los magnates del reino ni ningún representante del poder espiritual, ni tan siquiera el obispo. Este hecho no hace sino remarcar la importancia de la Universidad para con el gobierno de Mallorca, así como el celo de los jurados que velan permanentemente por el acatamiento de los Privilegios por parte del poder real.

El recordado medievalista Álvaro Santamaría advertía que, contrariamente a lo que a veces se podía leer en algunos libros de historia, el rey Sancho no era una persona "bonachona y de condición mansísima". Ciertamente tuvo un carácter tranquilo, prudente y pacífico, pero también supo administrar su labor de gobierno de forma firme, pragmática y eficaz, demostrando a lo largo de su reinado dotes negociadoras que beneficiaron a sus territorios. No en balde Santamaría no dudó en afirmar que Sancho I "fue el mejor gobernante del Reino de Mallorca en la baja edad media".

Uno de los primeros logros del nuevo monarca fue el de profundizar en la conciencia de mallorquinidad entre sus súbditos insulares "en particular, entre los burgueses [básicamente mercaderes], que ejercían mayoritariamente el poder municipal desde la conquista". No es casualidad que en el mes de diciembre de 1312, mientras el rey, junto con su corte ambulante, se encontraba en la ciudad de Montpeller, concediera a los representantes de la Universidad de la Ciudad y Reino de Mallorca, que hasta allí se habían trasladado, el privilegio de que dicha institución mallorquina pudiese ostentar una bandera propia de los jurados "y de todos los [habitantes] del Reino de Mallorca si la estimáis aceptable: "...signum vestrum et omnium de Regno Majoricarum si illud duxeritis acceptandum". La bandera propuesta no era más que la imitación del escudo de la Universidad de la Ciudad y Reino de Mallorca, es decir, una bandera cuartelada alternando la heráldica del rey de Mallorca (los palos rojos y dorados) con el castillo de la Almudaina sobre fondo azul. Es la misma bandera que se dibujaba en las cartas náuticas medievales, de las cuales todavía hoy se conservan algunas. Esta bandera, que por cierto cumplirá dentro de unos días 705 años—y por tanto es una de las banderas municipales más antiguas de España y, por tanto, también de Europa—, ha sido, y sigue siendo, ignorada y olvidada por los mallorquines.

Ahora bien, volviendo a 1312, ¿de quién partió la iniciativa de pedir al rey una bandera de Mallorca? Álvaro Santamaría propuso que seguramente la idea surgiese de los mercaderes y navegantes insulares, pues eran ellos los que tenían mayor necesidad de identificarse como mallorquines en sus constantes viajes.

La intención de respetar e impulsar las tareas de gobierno de los jurados del Reino quedó nuevamente de manifiesto cuando Sancho restableció la vigencia del Estatut municipalista de Franquesa de 1249, desmarcándose así del intervencionismo de su padre que había introducido cambios en dicho Estatut en detrimento de las libertades del Reino. En cambio, prosiguió la política de ordenación de los espacios urbanos y rurales, tanto del término de Ciutat, como de la Part Forana, que había inaugurado su padre.

Fue precisamente el rey Sancho el primero en percatarse de la creciente importancia que estaban tomando las nuevas pueblas y ruralía mallorquinas. Por ello, muy pronto entendió que la jurisdicción administrativa que tenía Ciutat sobre la totalidad de la Isla—así era desde los tiempos de la conquista—, ya no tenía sentido si se quería mejorar el gobierno de Mallorca. Santamaría abundando en esta idea afirmaba que "procedía reconocer e institucionalizar la existencia en Mallorca no de un monomio sino de un binomio político, no de una Comunidad insular, sino de dos Comunidades—la Ciudad de Mallorca y la Part Forana de Mallorca—, y repartir el ejercicio del poder político-administrativo según módulos equitativos en lo posible, finiquitando el monopolio político que asumía la Ciudad desde la conquista, porque ya no tenía razón de ser".

Desde la Conquista, la Part Forana se organizaba mediante treinta y tres parroquias. Tal como apunta Antonio Planas, una de las primeras medidas del rey para intentar mejorar la situación institucional fue constituir un Consell de la Comunitat de les Viles de Mallorca, el cual estaba integrado por dos representantes de cada una de las parroquias foráneas, es decir, por sesenta y seis consejeros. A su vez, la Comissió permanent dels deu prohoms—o síndics—forans se constituyó como el órgano ejecutivo de los acuerdos aprobados por el consejo foráneo. Después, este último fue convocado por los jurados, con lo que se formó una asamblea representativa de la ciudad y del resto del reino de Mallorca: había nacido el Gran i General Consell.

Se ve que esta institución creada e impulsada por Sancho I fue una buena idea pues pervivió durante más de 400 años.

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