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Mujeres de hoy

Natalia Enseñat: "El cáncer me ha enseñado a ser más sincera conmigo misma y ante la vida"

El día 4, junto a cuatro mujeres que han superado la enfermedad, cruzará el Atlántico en la Ocean Dream

Natalia Enseñat ha superado el cáncer del que fue operada el pasado mes de enero. Guillem Bosch

"Hasta tanto tratemos a una enfermedad dada como a un animal de rapiña, perverso e invencible, y no como a una mera enfermedad, la mayoría de enfermos de cáncer, efectivamente, se desmoralizarán al enterarse de qué padecen", escribió en 1978 Susan Sontag en La enfermedad y sus metáforas. Natalia Enseñat Bibiloni -Palma, 1971- fue tocada por la enfermedad, un cáncer de mama triple positivo en fase B. Un mal pronóstico que ella encaró con el valor de quien llama a las cosas por su nombre. Ahora está en fase de remisión.

Diplomada en Ciencias Económicas y Sociales y actual directora de una escuela de negocios, es una gran aficionada al mar. Se alió a él para iniciar la travesía más importante de su vida. Es la impulsora, o "ideóloga" como dice ella, del proyecto Ocean Dream, que está a seis días de echarse al mar. El 4 de noviembre ella, junto a cuatro mujeres que han superado un cáncer o están en fase de remisión, van a cruzar el Atlántico. "Es un desafío, un reto, un sueño" que es 'metáfora' de la lucha que todas ellas tuvieron al serles diagnosticada la enfermedad. Esta aventura además tiene carácter solidario. Todos podemos participar en la financiación de la aventura comprando millas. Una vez conseguido el importe de la iniciativa, el sobrante irá a la Fundación Cris cáncer.

¿Nervios?

Sí, pero sanos, buenos.

¿Cómo surgió la idea?

Por necesidad de ayudar. Me gusta el mar. Cuando en octubre-noviembre salió la Ruta Pelayo, que es empresarial y sale cada año a distintos destinos, Montsina, una amiga me dijo: "Esto tienes que montarlo tú. Tú vas a hacer algo, vas a ayudar a las mujeres". Yo la miraba sorprendida. Dos semanas después de la operación, cuando me dijeron que el ´bicho´ estaba eliminado y entrábamos en fase preventiva, ¡me entró un subidón! Pensé que tras esa lucha que tuve necesitaba algo que me diera fuerza, calma. Pensé que sería bueno compartirlo con mujeres que han pasado por lo mismo, y además destinar los fondos a la investigación porque cuanto más se investigue más se avanzará en la curación. Hablé con Marta, una amiga, que me ayudó a preparar el proyecto.

Cruzar el Atlántico son palabras mayores. Además no sois expertas marineras...

El mar me da fuerza. Cuando has superado un cáncer, sientes que sales de una tormenta y alcanzas la calma. Llegas a puerto. Cruzar el océano es un reto como lo fue la enfermedad. Es un aprendizaje.

¿Que ha aprendido usted del cáncer?

A ser más sincera conmigo misma y ante la vida. Cuando superas un cáncer te llenas de valor, te ayuda a verbalizar, te enseña a llamar a las cosas por su nombre. Me ha enseñado a ser más reivindicativa.

¿Por eso este proyecto que suma y suma a más personas?

Una de las cosas que aprendes es a compartir. En el cáncer estamos todos. De una u otra manera. Cuando fui a hablar con Manu Fraga del real Club Náutico de Palma vi cómo enseguida se le iluminaba la mirada al contarle Ocean Dream. Empezó a moverse la maquinaria en la que están implicándose muchas personas, además de familia y amigos.

Cinco mujeres a bordo de un velero van a cruzar el Atlántico. Les iguala la superación del cáncer y el reto del océano, el mar, que puede ser aliado o rugir. Pero el capitán es un hombre. ¿No han encontrado mujeres?

La idea es que fuera una capitana, y se presentaron unas cuantas, solo que necesitábamos que además tuvieran barco. Al final, surgió César Henrique, que ha cruzado muchas veces el Atlántico y da seguridad a personas como nosotras que somos valientes, pero inexpertas. Además él también superó un cáncer. Eso genera un vínculo más entre toda la tripulación.

Las estadísticas son pavorosas: una de cada ocho mujeres sufrirá un cáncer de mama. Menos mal que ocho de cada diez, lo superará.

Por eso es tan importante la investigación científica. Por eso este proyecto no es solo la aventura de cinco mujeres, es algo que va más allá y que no acaba el 4 de noviembre. Queremos que cunda el ejemplo para da fuerza e ilusión a las mujeres.

¿Cuándo empezó todo?

Yo me había hecho una mamografía pero no me lo detectaron. Noté que se me puso el pecho rojo, que estaba caliente. Pensé que serían cambios hormonales. Consulté al ginecólogo y me hicieron otra mamografía, pero habían pasado siete meses. Dejé la privada y me fui a la pública. Desde aquí quiero decirlo bien claro: creo que debe haber mayor formación entre los radiólogos, deben verte quien ya ha visto muchos casos. En ese tiempo el tumor creció una barbaridad; aún así tuve suerte porque no desarrollé metástasis en huesos. Me diagnosticaron un cáncer de mama triple positivo en fase B.

¿Cuál fue su reacción?

Me fui a comprar unas zapatillas para correr. No tuve rabia, ni miedo, lloré y lloré y luego me entró calma. Respiré y me dije, a por él. Soy una mujer luchadora.

¿Estaban viejas sus zapatillas?

(Sonríe) No, solo que pensé que si hay que hacer un cambio, yo que practicaba gimnasia a tope, sé que sería más difícil seguir, y que caminar es lo más sano que hay. Me dije, me voy a comprar unas zapatillas chulas para lo que va a venir.

¿Tener una actitud positiva cura?

Creo que ayuda a vivirlo de otra forma. Cada cáncer es distinto porque todos somos diferentes. Hay quien entra en un bucle. Yo creo, y lo estoy comprobando, que quien no es valiente en la vida, cuando les ocurre algo así, se esconden, no saben estar.

¿Hay que normalizar el cáncer?

Desde luego, y no ocultarlo. Por eso, yo no me puse peluca, ni pañuelo, ni quiere reconstruirme el pecho tras la mastectomía. Las mujeres sufrimos una presión social tremenda. Son muchas las que se operan por contentar a sus maridos. Yo respeto cada opción pero estoy convencida de que cuantas más pelonas salgamos a la calle, la enfermedad se normalizará. Te cuentan que se te va a caer el pelo, y te enseñan un catálogo con pelucas. Está bien pero me gustaría que se viviera con una mayor normalidad. Hay muchas personas que ni salen de su casa, debido a que la presión social es inmensa.

¿Cómo se lo tomó su familia?

Mis padres tienen 90 años. Reaccionaron bien al verme a mí bien. Traté de quitar hierro. Sufrieron, obvio, pero les alivió ver mi fortaleza. Yo estoy asombrada de mi cuerpo, de cómo ha respondido, porque la caña que me dieron fue bestial. Agradezco al equipo médico, a familia y amigos todo su apoyo. Y ahora, ¡a soltar amarras!

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