En octubre de 2010, doce payeses procedentes de distintos municipios de la isla tomaron la plaza de Patines (Bisbe Berenguer de Palou), con apoyo de Apaema y la Associació de Varietats Locals. Siete años después, aquella iniciativa de mercado ecológico de Palma no solo sigue funcionando, sino que ha crecido y se ha convertido en "uno de los más importantes del Estado", apreció la regidora Neus Truyol. Hoy son dieciséis los payeses que venden sus frutas, verduras, semillas, legumbres y otros productos locales todos las mañanas de los martes y los sábados.

"Cuando empezamos parecía que iba a venir una clientela más elitista pero hemos visto que son vecinos, gente de la calle, los que se han acercado y convertido en habituales. Son personas de todas las edades", indica Pep Cirer, que junto a Maria Antònia Bonnín, son los veteranos del mercado ecológico de Patines.

Él asegura que "la media de gasto semanal para una familia de 4 personas oscila entre 50/70 euros", un precio que a su juicio no es caro; aunque muchas personas no pueden permitírselo. "El que dice que comer sano es caro es aquel que no tiene conciencia", apunta este campesino de sa Pobla, que heredó la finca Marjal Son Fornés de su padre y le dio un giro radical convirtiéndola en una finca de agricultura regenerativa.

Miquel Mesquida y Carmen Rodríguez se alimentan con productos ecológicos. "Sabes cómo está hecho; es mucho más sano y el cuerpo lo nota. Comer bien y hacer ejercicio son claves para tener buena salud", dice esta clienta del mercado de Patines.

Los últimos en llegar a la plazoleta son los de Coll des Vent, Sebastià Bauzà y el apicultor Jaume Pou. Son la nueva generación de los payeses. No se resisten a los malos pronósticos sobre el campo. "Nos dieron plaza aquí en mayo. Creemos que aunque es un oficio muy sacrificado, hay futuro. Con los mercados y las abejas tenemos negocio para vivir tranquilos", asegura.

No lo ve con el mismo optimismo el turco Baris Doganay, el único que vende legumbres, cereales y semillas. "Es muy difícil vivir solo de la venta en mercados; habrá que buscar algo más", dice.

La cola del pan en Mes que pà, que regenta Alberto Masnou, es larga. Él se toma su tiempo en atender con mimo a clientes que buscan un pan de xeixa, de blat mollar, de espelta y muchas otras variedades. "Es una vida sacrificada, pero para mí es un gusto hacer pan", admite.