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La vida es un estuche de violín

La vida es un estuche de violín

Recuerdo una tarde compartida con Serafí Nebot, miembro de los Javaloyas y gran violinista. El músico recordaba su carrera en el escenario, los años de éxito por todo el mundo. Y para ilustrarlo, abrió el estuche de su violín y tomó el instrumento antes de tocar.

No pude evitar una mirada curiosa sobre aquel estuche. Una vez abierto, mostraba además del violín un conjunto de cosas heterogéneas. Una hoja de partitura, una nota, una etiqueta. Residuos de muchos años de giras, de conciertos, de viajes y emociones.

Desde entonces, la metáfora del estuche del violín me persigue. Muchas veces concebimos la existencia como algo lineal. Un camino, una búsqueda, una intención personal. Y nos parece que la vida se reduce a una especie de Currículum vitae profesional. Donde se acumulan los años, las fechas, las realizaciones...

Pero desde hace bastante tiempo pienso que eso es una ilusión, un espejismo. El verdadero poso de lo que vivimos no se traduce en una biografía al uso, sino en un estuche de violín. Es decir, en ese cofre secreto que todavía conserva el terciopelo original. A veces incluso con un deje de barniz. En ese papel que algún día dejamos allí y que nunca más fuimos a buscar. Y que ha pasado veinte o treinta años dormitando en la oscuridad, junto al instrumento. Como un testigo de algo que sucedió y se ha perdido en el olvido.

El orden, la racionalidad, la jerarquía, son valores de nuestro yo consciente. Pero ese personaje no representa más que una parte relativamente pequeña de la realidad. Bajo el mar, está el iceberg sumergido de lo inconsciente. Y con él los recuerdos no olvidados, los sueños, los presentimientos, los personajes del pasado.

Qué mejor imagen para representar todo ello que el estuche del violín. Donde parecen dormir las notas de todos los conciertos. Donde cualquier pequeño detalle tiene su explicación. Donde nada está ordenado, clasificado, explicado. Sino simplemente depositado, oculto, como un testigo latente.

Para vivir correctamente, todos deberíamos guardar un estuche de violín. Un receptáculo secreto, que sólo se abre en las grandes ocasiones. Y que luego sigue dormido, hasta el próximo concierto. Hasta el próximo momento importante.

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