-Para que se haga cargo del tipo de entrevista: “¿Los extranjeros somos nosotros?”

-Pronto seremos extranjeros en nuestro barrio. En 2015, nuestra camiseta decía “Grand Hotel Canamunt”. En 2017, “Apadrina un canamunter”. Por desgracia, hemos sido premonitorios.

-Titular del semanario alemán ‘Focus’: “¿Por qué los mallorquines malvenden su paraíso?”

-Es una muestra de autoodio, o de nuestra escasa estima por nosotros mismos. “Les Illes no son, se tienen”, y no llegaremos a ser hasta que despertemos. Por eso el Orgull Llonguet es interesante.

-¿Puede garantizar que ni usted ni su familia practican el alquiler turístico?

-Puedo garantizarlo, con la salvedad de que yo podría alquilar en Palma y en Randa, pero prefiero cuidar el terreno porque intento dejar la isla mejor que la encontré. Mi casa era un bar de putas, Los Faroles.

-¿Por qué no la alquila?

-No la pongo en alquiler porque es mi casa. Cuando basta, basta.

-Las policías Local y Nacional no actúan contra el ruido.

-El problema es que la Policía Local tiene otros dolores de cabeza. La gente que hace ruido no es una urgencia. No comparecen porque, con sus plantillas, la prioridad no es tirar de las orejas a los turistas.

-En cambio, montan ustedes un vermut reivindicativo en es Born y comparece la Policía.

-Identificaron a varias personas, porque dijeron que éramos más de veinte y no lo habíamos notificado “en tiempo y forma”. No sabíamos cuántos seríamos, y tampoco sé cómo nos diferenciábamos del gentío que hay en es Born.

-¿Por qué se perdió el referéndum de las terrazas de es Born?

-Porque vivimos en una realidad virtual. Los de Podemos acababan de estrenarse, creyeron que con colgarlo en su página web y en facebook ya estaba. Pecaron de ingenuos, los empresarios se movilizaron con su chocolatada, hicieron una buena campaña.

-Si un sueco paga un millón por un piso, es más mallorquín que usted o que yo.

-Dejarán de venir en cuanto Túnez, Egipto o Turquía se pacifiquen y ofrezcan los mismos helados y camisetas que aquí. Hemos entregado lo que nos distinguía a las franquicias.

-¿Podemos vivir comprando en comercios mallorquines?

-No, aunque la tendencia empieza a cambiar. He visto como los herreros y carpinteros se iban a los Polígonos, aunque no contaminaban demasiado. Con las botigues pasó lo mismo, se fueron a las grandes superficies. Es un problema de soberanía alimentaria. ¿Cuánto tiempo estaremos sin desabastecimiento, si cuatro yihadistas montan un cristo? Hemos de parar, decrecer y diversificar.

-Digamos que tiene usted un aspecto peculiar.

-Soy muy dejado. Hace veinte o treinta años que no voy al barbero. Recojo el cabello en una coleta, y basta un tijeretazo. Para la barba, un peine de púas después de ducharme. No gasto en vestido, en el baratillo hay toneladas de ropa y zapatos. Ya ni lavamos las prendas de vestir, cuando yo recuerdo el “saquito de los botones”.

-¿Lo suyo es turismofobia o xenofobia a secas?

-Con lo que publicó su periódico, hay vecinofobia o amenazas a un vecino por denunciar el ruido de los turistas. Es la primera manifestación conocida de quién manda aquí. Yo pago y quiero cantar La Traviata a las tres de la madrugada, se ríen de las denuncias. No puede estar todo en venta.

-¿También montaría una ‘performance’ en sa Feixina?

-En Ciutat per qui l’habita domina un espíritu festivo, lo de sa Feixina es más serio. Tengo la esperanza de que no dure dos años. El Ayuntamiento ha de dar los pasos adecuados. No solo por motivos ideológicos, humanitarios o de dignidad democrática. Urbanísticamente es un balcón sobre el mar que no necesita el impedimento de un faro, con su ojo de Gran Hermano.

-Los ecosoberanistas y los camisetas verdes apoyan el alquiler turístico.

-Lo veo muy mal. Voté a Més como muchos otros, y no se me caen los anillos al reconocer hoy que contra Bauzá vivíamos mejor. Soy de los que pensaban que habían ganado los nuestros. Tenía la ilusión del cambio, pero no gobiernan. Ahí está el desdoblamiento/autopista a Campos, y luego a Santanyí, y después... Las autopistas, a la Península.

-Los invasores son más guapos y elegantes que nosotros.

-Pero la arruga es bella. Pasa los mismo con los melocotones, tan hermosos pero insípidos, que solo puedes comer con los ojos. Y cuando acabe el negocio mallorquín, se llevarán el dinero a otra parte.