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Palma a Palma

Vías

Cada vez que paso por la calle Eusebi Estada no puedo evitarlo. Voy directamente a las vías del tren de Sóller, me coloco en medio de los...

Vías

Cada vez que paso por la calle Eusebi Estada no puedo evitarlo. Voy directamente a las vías del tren de Sóller, me coloco en medio de los travesaños. Y dejo que la mirada se me pierda por ese pequeño infinito de la avenida.

Probablemente, a nadie se le ocurrirá pensar que esas vías al descubierto, en medio de casas, coches, peatones, constituyen un atractivo. Es una imagen atípica, poco habitual. Probablemente muchos las consideren algo molesto, un fastidio anticuado.

Porque con los años, el tren ha ido desapareciendo de la vista ciudadana. Confinado a los túneles, a la estación Intermodal, al paisaje de las afueras. Ver las máquinas recorrer Palma a cielo abierto es una imagen de foto antigua. De los tiempos del ferrocarril que iba al puerto. El tren se ha ido escondiendo cada vez más. Hoy nos parece que ya hace mucho de cuando circulaba a cielo abierto por la zona de Jacint Verdaguer. Porque nos hemos deshabituado a esa visión.

Las vías del ferrocarril son un elemento fascinante en la ciudad. Representan el símbolo mismo del camino, de la ruta. Con sus reflejos metálicos, sus balastos, sus cambios de aguja. Su regularidad, su inmutabilidad. No son como las carreteras, que albergan todo tipo de cambios. Ellas siempre son igual. Y los trenes llevan años y años pasando exactamente por el mismo sitio. Esa es su virtud y su limitación.

Las vías representan también algo peligroso. En cualquier momento puede pasar por ellos el tren, con sus estremecimientos metálicos y sus resoplidos de máquina. Pero mientras no lo hace, nos dejan tiempo para soñar. Si siguiésemos ese camino de hierro llegaríamos hasta el otro extremo de la isla. Nos evadiríamos del mundo cerrado de la ciudad.

Tiene una belleza especial ver pasar el tren de Sóller por en medio de la calle. Escuchar su pitido y el traqueteo de los vagones. Resulta un espectáculo deliciosamente anacrónico, como salido de una película.

Nos permite salir por unos segundos de nuestro mundo.

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