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Sa Torreta

Dientes de sierra en la calle Aragó

La calle Aragó lleva décadas intentando ensancharse. Más concretamente desde 1973, cuando el Plan Ribas Piera apostó por convertir el tramo...

Aragó, una calle que quiere crecer a lo ancho y crece a lo alto.

La calle Aragó lleva décadas intentando ensancharse. Más concretamente desde 1973, cuando el Plan Ribas Piera apostó por convertir el tramo urbano de la antigua carretera de Inca en un vial de gran capacidad para facilitar la salida y entrada de coches en Palma. El objetivo era derribar de forma progresiva las casas bajas existentes en els Hostalets y Son Fortesa, ampliar la calzada y las aceras y permitir la construcción de edificios de unas ocho plantas.

El problema es que Aragó lleva más de cuatro décadas intentado crecer a lo ancho sin acabar de conseguirlo. El resultado provisional es que conviven edificios altos con viviendas centenarias de uno o dos pisos. Mientras unos inmuebles besan el asfalto, los otros tienen una acera de más de diez metros. En definitiva, dientes de sierra en vertical y horizontal.

Un recorrido desde el antiguo bar Güell hasta el límite de Marratxí muestra esta realidad. Viviendas unifamiliares con porche con arcos, las plantas bajas propias del Ensanche y hasta huertos de naranjos se combinan, en una antiestética mescolanza, con los bloques de pisos sin personalidad levantados en las últimas décadas. Bares cerrados, antiguas paradas de autobús de cemento y aparentes torreones de distribución eléctrica están a la espera de ejecución por excavadora para permitir una más rápida entrada de los coches hacia el corazón de la ciudad.

Lo que ni Ribas Piera, ni probablemente nadie, podía prever es que la ciudad se convertiría en un continuo urbano que superaría sus límites territoriales e invadiría Marratxí. Decenas de urbanizaciones vuelcan a diario sus coches a Aragó y convierten en insuficiente la anchura actual y la que surja cuando se completen las demoliciones de los últimos resistentes.

Todos los planes urbanísticos que ha tenido Palma, el de Calvet, el de Bennàzar, el de Alomar o el de 1985 con Jaume Carbonero como cabeza visible, por citar unos cuantos, se han visto superados por una ciudad que ha crecido de forma desaforada, o por la presión de los urbanizadores, que han encontrado las artimañas para soslayar los objetivos de los planificadores.

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