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Palma a la vista

¿Qué hacemos con el coso?

La plaza de toros, dibujada por Feliu. Feliu Renom

Los toros interesan cada vez menos. Basta echar un vistazo al tendido en la última corrida celebrada en Palma para ver que son pocos los que quieren ir a ver corridas de toros. No voy a entrarle al trapo a los que insisten en olvidarse de la ley que prohíbe llevar a menores a semejantes espectáculos, claro que también, cabe decir que muchos de esos padres que se rasgan las vestiduras, acaban permitiendo que sus hijos se pasen el día delante de una tableta viendo juegos de una violencia y sexismo aplastantes.

Pero no, hoy pienso en Gaspar Bennássar, en cómo aquel encargo que le hiciera José Tous Ferrer en 1929 acabó dinamizando un barrio que estaba bostezando, y que hoy se ha quedado arrinconado, como se deja un trasto viejo, tirado en la calle.

El mismo equipo municipal que alienta poner orden en la recogida de objetos que ya no se quieren debería considerar qué hacer con esos otros 'trastos' en que podrían acabar convirtiéndose algunas de las arquitecturas de Palma.

No creo que sea suficiente -aunque es fundamental que el coso balear haya pasado los distintos exámenes para permitirles albergar corridas de toros y otros espectáculos como conciertos musicales; ¡no vayamos a tener disgustos!-, porque alguien debería pensar qué hacemos con este bien patrimonial.

Esperemos que la solución no corra igual suerte a la Monumental de Barcelona, que la familia Balañá ha puesto a la venta la pasada primavera para alojar un hotel y un centro comercial. La plaza casi no registraba actividad desde que el Parlament de Cataluña prohibió los espectáculos taurinos en 2010. El Museo taurino que está en su interior apenas era visitado. Así es que los propietarios quieren rentabilizar su Monumental edificio. Son dueños también del coliseo balear.

Da pena ver un edificio que albergó momentos de gloria, no solo en tardes de sangre y arena, si no también en noches de voz y cuerda. Los conciertos en la plaza de toros marcaban el inicio del verano. Era el principio de la temporada; hoy solo lo dicta un aeropuerto, una ciudad, una isla asfixiados.

No estaría mal que se recuperase para actividades culturales. ¿Qué tal a lo Ópera de Verona? O podría albergar teatro, algo de Lorca, por ejemplo, que como todos sabemos, era muy aficionado a los toros.

El barrio ha perdido tejido comercial, son muchos los bares y pequeños restaurantes que han tenido que echar el cierre porque se acabaron aquellas noches de estrellas, en las que escuchamos a Paco de Lucía, a Joe Cocker, a Simply Red...

¿Cómo va a sobrevivir con alegría un edificio que está mas solo que la una? Eso no hay cuerpo que lo resista, y el del Bennássar tampoco.

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