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Palma a la vista

La vuelta del Banc de s´Oli

Los hermanos Giménez, propietarios de Azulita, quieren recuperar, junto a otros comerciantes, el antiguo mercado de aceite de la plaza

Blanca Giménez en el local de Azulita, germen de la oleoteca.

Los nombres no son casuales. Los topónimos estudian la etimología de los lugares, del porqué se llaman de una u otra manera. Prisioneros del saber click, del conocimiento instante, nos movemos por los sitios sin conocer la historia que hay detrás. Cuando Blanca Giménez alquiló el local número 4 de la plaza Banc de s´Oli no tenía remota idea de que en ese espacio se concentró durante muchos años el mercado de abasto de aceite de la ciudad. En el siglo XV.

"Empecé a leer, a estudiar el tema, y el aceite me fascinó", admite. No solo eso, sino que cambió sus planes. Ella es artesana de la guantería. Aprendió el oficio en Verde Esmeralda y, como confiesa ella misma, "me picó el gusanillo". Decidió hacer del diseño del tapado de las manos su profesión y abrió Azulita, sólo que éste se amplió al saber de la historia del Banc de s´Oli.

Habló con su hermano menor, Chema, de 26 años, y se liaron la manta a la cabeza. Él aporta además de la fuerza de su juventud, sus conocimientos como administrador de empresas. Él no tenía trabajo. Ambos decidieron abrir esta empresa "pionera" que se dedica al mundo del aceite casi al cien por cien. La próxima semana inaugurarán la oleoteca en el número 6 de la plazoleta.

El mundo del óleo es infinito. Ellos no solo venden el aceite comestible hecho en Mallorca sino que comercializan productos de aromaterapia y cosmética derivados del olivo.

"Nosotros nos dedicamos al producto ecológico y sobre todo local. Estamos en contacto con una serie de posesiones de Mallorca con las que organizamos oleo rutas, catas, recolección de olivas y otras actividades", señala. Entre las fincas colaboradoras están Son Rullán, en Deià; Can Torna en la finca de Son Quint en Esporles; la de s´Olivar en Estellencs; Son Sureda en Manacor y s´Olivaret en Alaró. En la finca de Joan Carreño, propuesto para el Nobel de la Paz desde hace años, se hacen también encuentros de meditación. S´Olivar está vinculada a la Fundación que apoya la "búsqueda de la reconciliación y la paz en Ruanda y el Congo".

"Los extranjeros están muy interesados en conocer el tema del aceite. Nos piden rutas, talleres de cosmética ecológica, y cada vez más, excursiones de escalada y barranquismo para ver los olivos", cuenta Blanca.

La plazuela, que está detrás de la plaza Major, huele a la flor del naranjo. Los árboles fueron un regalo de la comunidad judía y obsequiaron 18 como símbolo cabalístico de "paz y larga vida", pero en 2009 se cortó uno. Fue el lugar donde se vendían las olivas procedentes de las tahonas de las grandes posesiones de la isla y también donde se cobraba el impuesto, el vectigal de oli. En 1900 se la llamó Palou y Coll, en homenaje al dramaturgo, pero volvió a recuperar su nombre en 1992.

Es posible que en 2016 recupere el característico olor denso de la aceituna mallorquina gracias a la iniciativa de comerciantes como Blanca y Chema Giménez, y sus compañeros de plaza.

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