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Palma a la vista

El Diocesano cumple 100

Una de las joyas del arte gótico de temática cristiana es el museo que se sitúa en el Palacio Episcopal. En su ciudad se le conoce poco

´Purísima´ atribuida al taller de Juan de Juanes, XVI.

Te da la bienvenida la joya de la casa, el sant Jordi de Pere Niçard, del siglo XV, y te despide, si te das tiempo para concluir la visita, el Cristo más antiguo de los venerados en Mallorca, el del Santo Sepulcro, del primer tercio del siglo XIII, expuesto en la exposición temporal dedicada al Viatge de Ramon Llull. El Museo Diocesano es centenario, este año cumple 100, pero pese a su longevidad, es poco conocido.

Situado en el Palacio Episcopal, en la plaza de la discordia donde chocan los intereses de taxistas y residentes por reivindicar su derecho a aparcar frente a la iniciativa municipal de hacer del centro de la ciudad un lugar con menos humos, son pocos los mallorquines que lo conocen. No son muchos los turistas que se acercan y eso que cuando compran su entrada para ver la Catedral, les incluye por el mismo precio la visita al Diocesano. El turismo de Palma tiene prisa: un garbeo rápido por la Seu, una coca-cola a la mala en uno de los bares de la zona, una postal y un imán con una paella. Y a correr.

No saben lo que se pierden. Los autóctonos y los visitantes. Es un remanso ilustrativo, sobre todo ahora que a la colección permanente se le suma la oportunidad de ver la muestra dedicada al beato en su vida ramificada a través de sus viajes por París, Roma, Génova, Montpellier, Nápoles, Túnez, Bugía, Palestina y Mesina, entre otros lugares para "debatir y no combatir con los infieles".

El Museo Diocesano fue una iniciativa del obispo Mateo Jaime en 1878 aunque sería el obispo Pedro Juan Campins el que le dio impulso y albergó la idea de abrir un museo en 1906. En 1914 la Societat Arqueològica Lul.liana aceptó depositar los objetos custodiados. Algunos procedían de donaciones particulares como el de la condesa vidua de Ségnier.

El prelado Campins no pudo ver su idea cobrar vida puesto que él falleció en 1915, un año antes de su apertura. Le sucedió mossen Antoni Maria Alcover. El 23 de febrero se inauguró el Museo Diocesano, un año después de la muerte de su impulsor.

Las obras que se pueden visitar recorren cronológicamente la historia del arte religioso de Mallorca. No es un museo de muchas obras, pero las que hay son de grandísima calidad, piezas escogidas, bien colocadas, en general. Obras del taller del valenciano Juan de Juanes, o de Pere Terrencs. El drac de na Coca, el animal de leyenda, se lleva el laurel, aunque hay piezas de alta calidad y de gran significación histórica. No son nada desdeñables las salas dedicadas al siglo XX, las que explican la reforma de Gaudí de la Catedral.

El Diocesano fue remodelado en el 2000, y su reordenación se debió a la figura del capellán Pere Joan Llabrés, ya fallecido. Una persona clave en la intervención de Miquel Barceló en la Seu. Gracias a ella, el museo se ha iluminado. Los vanos abiertos siguiendo los arcos del Palacio Episcopal con vistas sobre el mar, son un descanso a la mirada. El arte religioso, con tanto martirio, duele.

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