Las niñas ya no quieren ser princesas. En el siglo XXI quieren ser Leia. Ellos blanden la espada de láser como valientes Luke Skywalker, ellas les observan en sus gestas. Sa Rueta no fue más que una copia en pequeño de lo que sería Sa Rua tres horas más tarde. El cine mueve el Carnaval por encima de todas las cosas.

Palma fue un escenario más de la Guerra de las Galaxias. Hubo quien, quiso hacer suyo alguno de los personajes de esta saga de George Lucas convirtiendo el icono más dulce de la repostería balear en las trenzas de la enigmática Leia. Agathe Napoly se puso dos ensaimadas sobre las orejas. "¡Soy una princesa Leia a la mallorquina!", admitía jocosa. Su hijo Marc, de 5 años, se las veía con unos zancos de madera. Luke Skywalker quería crecer y a este niño mallorquín le faltaban unos cuantos centímetros.

Sa Rueta se movió entre titubeos puesto que a primera hora de la mañana una lluvia persistente mantuvo en suspenso su celebración. Se cumplió la predicción. Por una vez el parte acertó. Agua a primera hora y sol a partir de las 11. Eso sí, acompañado de vendaval.

"La verdad es que dudábamos si venir o no", admitían Belén y Raquel, las madres de los niños Héctor Bordoy, Arnau y Pau Hernández. A su lado, los padres Tomás y Miquel. La familia al completo se transformaron en los comecocos de Batman.

Pero no solo fue el cine la fuente de inspiración en los carnavales de los niños. Hubo quien recurrió a la cultura popular propia.

Una de rondalla

La pequeña Paula Alcalá, de 9 años, iba de Jaija Corema, la abuela que pierde sus siete piernas a medida que se acerca la Pascua una vez liquidado el Carnaval.

"Le encanta que cuando en el cole sortean la pierna que va perdiendo el personaje popular, le toque una a ella", contó la madre Aina Fiol. Ella confeccionó el vestido, ciertamente original. Su hija se enredaba entre tanta pierna y zapato distinto.

Sa Rueta se celebró en esta edición el mismo día que sa Rua. Fue el aperitivo a la fiesta grande de los carnavales de Palma. Arrancó tíbiamente pero a medida que fueron avanzando las horas, las familias se atrevieron a sacar a sus hijos a la calle. Desde la plaza del Mercat hasta el passeig Sagrera, se dispusieron una serie de mesas en las que los niños eran maquillados. Entraban como Pep o Tomeu y salían como gatos o el guerrero del antifaz.

Aparte de la sesión de maquillaje, se dispuso de distintos números de entretenimiento. Muchos de ellos ya se pudieron ver en la jornada de Sant Sebastià en el Parc de ses Estacions. Entre los más llamativos, los del Morfo Circ, que reúne a italianos, mallorquines y que son de la escuela del Circ Bover. Zancudos, mujeres barbudas. "Nos inspira el circo y sus artes de los años 20", especificó uno de sus integrantes.

La exitosa Maria Bimbolles les tiene a todos engatusados, niños y mayores. Se saben sus canciones, sus movimientos, incluso entre le público hubo dos crías que se disfrazaron como ella.

Con todo, poca diferencia entre las atracciones del santo patrono -apenas un mes atrás-, y ahora las del Carnaval; tan solo el disfraz, en su mayor parte comprado y siguiendo las pautas de la moda. Es decir, guerra de las Galaxias.

Un grupo de niñas, Locas por las compras, llamaron la atención al ir vestidas de Chanel para arriba y cargadas de bolsas. Con 5 años y ya eran unas fashion victims. Carnaval.