Madò Caragola se convirtió para los niños en la princesa de la Cabalgata de Reyes y quitó protagonismo a sus Majestades de Oriente. El nuevo personaje del desfile del pasado martes es la cantante de ópera bielorrusa Naida Abanovich, que lleva más de una década deleitando con su voz a los paseantes por las calles del centro de Palma. Llegó en 2004 huyendo de las penurias económicas de su país y tras una vida de película donde la guerra entre Armenia y Azerbaiyán en 1991 trastocó por completo la tranquilidad de su familia y su carrera en el auditorio de Bakú, junto al mar Caspio.

El Mediterráneo le ha dado la oportunidad de subir de nuevo a un escenario, representando a la "princesa caracola", como ella se describe. "Me gustó mucho, la gente, la alegría. Para los niños era muy importante y buscaba sus ojos para saludarles. Cuando las niñas veían a esta princesa y las miradas se cruzaban, quedaban impactadas", relata.

A Naida le llegó la sorpresa una mañana en la que estaba "cantando en la calle, como cada día, y se acercaron Óscar y Toni [Socías, director artístico de Trui Espectacles]", que le plantearon ser Madò Caragola. "Yo no lo comprendía, nunca había visto la Cabalgata, solo mucha gente al pasar, pero nada más. Cuando me hicieron una prueba, me puse el vestido y vi la caracola, me dije: "madre mía". Siempre canto de pie por la calle, no así".

Esta mujer de 63 años, ojos azules, tez clara y pelo lacio subió a su carroza la víspera de Reyes. "El desfile duraba dos horas y es imposible cantar ópera tanto tiempo sin descansar. Dijeron que parase un rato después de cada canción, pero había tanta gente que miraba que no podía parar". Y enlazó La Traviata con La Boheme; Il Bacio, de Arditi; y el repertorio de Andrea Bocelli de Il Mare Calmo della Sera. Y una hora después del inicio, se puso a llover, pero siguió cantando. Acabó empapada "hasta la ropa interior". "Creía que me resfriaría o tendría bronquitis, pero al día siguiente estaba bien y volví a cantar en la calle", destaca.

Una azarosa vida

Originaria de Minsk, su marido era armenio cristiano y vivían en Azerbaiyán con sus hijos, Artur y Khoren, hasta que la guerra les obligó a huir a su ciudad natal. Sus estudios del conservatorio y su experiencia como cantante le permitieron subsistir y trabajar por horas en la radio y televisión, de profesora de música en varios colegios y en el conservatorio de la capital bielorrusa, y fija como cantante en el auditorio. "Pero pagaban muy poco, mi marido murió en el 2003, mis hijos casi no encontraban trabajo, yo tenía que estar fuera desde las siete de la mañana hasta las once de la noche y el dinero no bastaba para vivir", lamenta Naida.

Casualmente, se encontró con una conocida, quien le contó que vivía en Mallorca y le ofreció trabajo como limpiadora. "¿Por qué no?", se dijo, y el 11 de abril de 2004 aterrizó en la isla. Desde el primer momento, la "princesa caracola" se fijó en que "había un africano que cantaba en la calle, un guitarrista que tocaba y dos acordeonistas de Moldavia". Al año siguiente se animó a seguir sus pasos y, tras los preparativos, el caluroso 2 de julio se dirigió con su carrito y aparato de música a la plazoleta lindante a la plaza Major. "Me había olvidado del acompañamiento musical y tuve que volver a casa con el carrito de 13 kilos". Superadas las primeras vicisitudes, Naida no ha dejado de cantar por las calles de Palma y el pasado martes, en la Cabalgata.