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PALMA A PALMA

Olores callejeros

Cada vez son más las tiendas que incorporan música y aromatizantes como reclamo. Comercios de ropa que se huelen a bastante distancia. Es un perfume fuerte y oleoso. Impregnante. Que no te denota la sensación de limpieza y frescor como supongo esperan los comerciantes. Sino más bien una carga pesada de la que resulta difícil desprenderse.

En el extremo contrario están los aromas naturales de otro tipo de establecimientos. Sobre todo las herboristerías. También en este caso se perciben desde lejos. Pero la sensación resulta bien distinta.

Sólo aspirar el aroma de esas tiendas ya resulta curativo. No huelen a perfume condensado ni plástico, sino a hierba, a productos naturales. La persona que viva encima de una herboristería seguro que tiene mejor calidad de vida que las otras. Siempre aspirando esas emanaciones salutíferas. El tomillo, el romero, el ajenjo, la menta, la manzanilla, pan integral...

Las herboristerías deberían estar protegidas por su papel para la salud pública. Porque pregonan por medio del sentido menos racionalizable, como es el olor, valores de bienestar social. Otros establecimientos que también siempre han resultado sumamente atractivos por lo odorífero son las tiendas de especias.

Allí el contenido de las emanaciones es diferente. No habla tanto de salud sino de exotismo. Nos recuerda a las historias de la Ruta de la Seda, los puertos de Oriente Próximo con el comercio de las especies. Sus colores vivos, sus aromas recios resultan un verdadero acicate no sólo para los sentidos, sino también para la imaginación. De vez en cuando conviene pasarse por uno de esos puestos de ventana. Para sentir más intensamente el hecho de estar vivo.

Olores callejeros que nunca podrán ser imitados por ninguna una esencia de aroma artificial, pensada sólo para el consumo.

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