A partir de Luis VIII, los reyes de Francia iniciaron una política de expansión territorial colocando estratégicamente a miembros de su familia. De esta manera, surgieron las Casas de los Evreux, o los Anjou, por ejemplo. Algo parecido había querido hacer la Casa de Barcelona -que contaba como tronco principal el condado de Barcelona, el reinado de Aragón y el de Valencia- creando las ramas de los reyes de Mallorca, de Nápoles y de Sicilia. El desarrollo de esas políticas fue el origen de una fuerte rivalidad entre las dinastías de los Barcelona y los Anjou, la cual se alargaría durante más de una centuria.

Los sangrientos acontecimientos de las Vísperas Sicilianas (1282), pueden ser un buen punto de partida de lo que fue el enfrentamiento entre ambas Casas. En ese mismo escenario bélico siciliano, en 1284, el príncipe Carlos de Anjou durante un combate naval cayó en manos de los catalanes, los cuales le trasladaron al castillo de Siurana. Un año después, su padre, Carlos I, rey de Sicilia, fallecía mientras preparaba la ofensiva para recuperar Sicilia y a su hijo. Tras llegar a varios acuerdos, Carlos fue liberado y coronado como Carlos II de Anjou, el Cojo, rey de Nápoles. A cambio, éste dejaba como rehenes en Siurana a tres de sus hijos varones -Luis, Roberto y Raimundo- en manos de Alfonso el Liberal, rey de Aragón. Allí, y en Barcelona, estuvieron retenidos durante siete largos años. La repentina muerte del rey Alfonso y la consecuente proclamación de su hermano, Jaime II el Justo, como nuevo monarca, provocó un cambio importante en la escena política internacional. El buen talante de Jaime II, su inalterable fidelidad al Papa y su buen entendimiento con el rey de Nápoles, Carlos II de Anjou, sin duda facilitó la firma del Tratado de Anagni, en virtud del cual, entre otras cosas, se establecían una serie de alianzas matrimoniales entre las dos Casas reales. De esta manera, tres hijos de Carlos II de Anjou -Blanca, Roberto y María- se casaron con tres miembros de la Casa de Barcelona: Así, Blanca se casó con el propio rey de Aragón, Jaime II; Roberto -futuro rey de Nápoles- lo hizo con Violante, hermana de Jaime II de Aragón; y María se casó con Sancho I de Mallorca. Y por si esta alianza no fuese suficiente, en 1304, tras el fallecimiento de Violante de Aragón, Roberto de Anjou se volvió a casar, esta vez con Sancha de Mallorca, hermana de Sancho I. Con estas alianzas las Casas Anjou y Barcelona quedaban fuertemente entrelazas.

Roberto de Anjou tuvo un hijo ­­-Carlos, duque de Calabria- con su primera esposa, Violante. Carlos, a su vez, tuvo a Juana de Anjou. Al morir el rey Roberto le sucedió su nieta Juana, pues el duque de Calabria había premuerto a su padre.

Al mismo tiempo, durante estos años, un joven Jaime IV de Mallorca, mientras era capturado durante la batalla de Llucmajor, observaba como su padre Jaime III perdía la vida luchando contra las huestes del rey de Aragón. Después de unos interminables y desdichados años encarcelado, en 1362, Jaime IV conseguía escapar de su tío, Pedro el Ceremonioso. El rey Jaime buscó el amparo de la reina viuda de Nápoles, Juana de Anjou. Ambos pactaron su matrimonio, el cual se celebró el mes de mayo de 1363. Entorno a Jaime IV se fue formando un partido angevino formado por catalanes, italianos y mallorquines. En la cabeza del rey mallorquín no había otra idea que la de vengar la muerte de su padre y recuperar el reino de Mallorca. Como es de sobras conocido, a pesar de los valerosos intentos, no pudo ver cumplidos sus objetivos, pues encontró la muerte en la ciudad castellana de Soria en el año 1375. Allí descansan, todavía hoy, sus restos en el convento de San Francisco. Jaime IV había designado a su hermana Isabel como heredera universal de la Corona. Ésta, al igual que su hermano buscó siempre vengar la muerte de su padre, soñando que algún día vencería a su odiado tío Pedro, rey de Aragón. Pero Isabel de Mallorca no tenía poder para continuar con el intento de recuperar el reino perdido. Por ello, a los seis meses de morir Jaime IV, en agosto de 1375, firmó un contrato con el duque de Anjou, Luis I (1329-1384), en virtud del cual le cedía los territorios de los reyes de Mallorca, a excepción del Conflent y la Cerdanya. A cambio, Luis prometió iniciar la guerra contra el rey de Aragón en menos de dos años. El duque de Anjou empezó a mover sus fichas en el gran tablero de la política europea, siendo Portugal, Castilla y Francia sus mejores aliados. Primero reclamó, por vía diplomática, los territorios del reino de Mallorca al rey de Aragón. Al mismo tiempo, en la isla seguía existiendo -y conspirando- aquel partido angevino que había surgido alrededor de Jaime IV. Durante el mes de abril de 1376, Berenguer de Cruïlles, espía de Pedro el Ceremonioso, le informaba desde Aviñón que tenía por cierto que el duque de Anjou había comprado "lo dret que´s diu haver al regne de Mallorca [€] que gran es lo apparellament que´s fa, senyor, contra vos [€] se fa gran pertret d´engins e de totes coses necessaries en combatiments, [€] e que ho fa al pus secretament que pot, per tal que sens que vos, senyor, no us en tingats en res". Las huestes se debían dirigir a Narbona, para desde allí atacar una ciudad marítima cuyo nombre no se había logrado descifrar. Por todo ello, el espía aconsejaba al rey de Aragón que "us façats fort en tota manera del mon sobre la mar. Et aço per tal com diu que´l dit Duch vos enten á posar siti en una ciutat riba de mar, la qual no ha puscada saber quala es". Todo parecía estar preparado, pero en el momento de la verdad, la guerra entre Inglaterra y Francia, requirió la máxima atención del rey de Francia e impidió dar a Luis I de Anjou el apoyo necesario para llevar a cabo su campaña.

A pesar de este intento frustrado, los Anjou no dejaron de reclamar el reino de Mallorca durante, al menos, dos generaciones; y en Mallorca siguió existiendo el partido angevino. En la primera mitad del siglo XV, algunos mallorquines tenían puestas sus esperanzas en el rey Renato de Anjou -lo rei Reiner-, nieto de Luis I de Anjou. Ello era debido, a parte de su derecho dado por su ascendencia, a que algunos mallorquines habían luchado en las campañas de Italia y habían sido testigos de su valentía y capacidad de liderazgo. De esta forma, su nombre y fama recorrió toda la isla. Ello explica que desde los primeros días de la Revolta Forana de 1450, corriese la voz entre los sublevados de que lo rei Reiner d´Anjou sería el nuevo rey de Mallorca. Por eso, el amotinado Andreu Solivelles, durante uno de los asaltos a la ciudad, gritó Visca en Reiner!