Antoni Mut Pol, el hombre más longevo de Mallorca, natural de Palma y residente en la barriada de Son Sardina, falleció el domingo de causas naturales a la edad de 106 años. Hombre familiar y de costumbres, de carácter afable e independiente, su funeral se oficiará hoy a las 20.00 horas en la iglesia de Son Sardina.

El que fue conocido como el abuelo de Mallorca por su extraordinario récord de longevidad, estuvo durante 90 años trabajando para la familia que en su día fue propietaria de la fábrica Calzados Alba. Todo un récord también, aunque en este caso de fidelidad laboral.

En la fábrica era uno más. Empezó siendo un niño, como aprendiz de zapatero. La penuria apretaba y, después de que su padre y dos de sus seis hermanos emigrasen a Uruguay a principios del siglo XX, había que llevar dinero a casa. La madre y sus cuatro hermanas arrimaban también el hombro con sus trabajos de bordado.

Los años pasaron. Tras cumplir el servicio militar en el Norte de África y casarse con Maria Oliver, Antoni Mut se convirtió en el encargado de la fábrica, bajo las órdenes de Onofre Alba.

En la década de los setenta, la empresa cesó la actividad. Pero no la vinculación de Mut con la familia Alba, con la que siguió relacionado a través de su trabajo en las oficinas de una compañía dedicada a la construcción y promoción de fincas. A Antoni Mut no le quedaba ya ningún hermano. Aunque dos de ellos fallecieron con 96 años.

Cuando cumplió 105 años, en un homenaje que se le tributó en el centro de personas mayores de Sa Nostra en Son Gotleu, sus familiares explicaron que Antoni Mut cimentó su vida en principios sencillos pero muy sólidos: un cálido ambiente familiar, un carácter afable e independiente y un cultivo constante de las aficiones como motores en la vida.

Ese día contaron que Antoni Mut nunca había estado enfermo y que jamás había fumado. Aunque eso sí, le gustaba acompañar las comidas con una copa de vino y finalizarlas tomando un café. También explicaron sus familiares que le encantaban los caracoles y que Antoni Mut era un hombre de costumbres que funcionaba como un reloj suizo. Puntual, a las nueve de la mañana se despertaba. Puntual, antes de las diez, ya había desayunado. Puntual, a las diez de la noche, después de ver los informativos de televisión como una ventana al exterior se iba a la cama. Cuando trabajaba, ya era igual de metódico. Y siendo ya centenario, seguía acudiendo cada mañana a abrir el negocio del que fue encargado durante su vida laboral.

También le encantaba bailar. Y por su afición al baile conoció a la que se convertiría en su esposa, Maria Oliver, de quien enviudó a los 67 años. "Tenía 17 años, aunque ya la conocía de vista, cuando invité a bailar a Marieta. Ella iba con una amiga por el paseo y de dije: Marieta, ¿no tenemos que ir a bailar?Me dijo que sí y ya bailé con ella para toda la vida", recordó en una entrevista con Diario de Mallorca en septiembre de 2010. Al enviudar, Antoni Mut se instaló en la casa de su hijo, Antoni Mut Oliver, y su nuera, donde pudo disfrutar también de sus tres nietos y cuatro biznietos.

Tenía buena memoria. Y en su conversación iban saliendo poco a poco episodios que había vivido, como el duro servicio militar en África. "Estuve en la guerra en el Norte de África, en Larache. Dormíamos en el campo, en primera línea. Veías a los moros de lejos, pero sus balas te pasan muy cerca silbando. Recuerdo a mis compañeros Tomeu Massanet, Toni Bonnín y Ferragut, entre los mallorquines", rememoraba. También le gustaba mirar el campo y observar los cambios: "Mira esa higuera, da higos tan grandes que con seis ya tienes un kilo", comentaba orgulloso.