"El que peor cose es el mejor patchworkista", asegura Ángeles Viada. Con semejante sentencia, a ver quién no enhebra la aguja. Esta catalana navarra inauguró seis meses atrás Patchwork Detalls Mercería Creativa, un negocio que la reafirma en su convencimiento de que "en este negocio hay que innovar", señala.

Hace años les dijo a las cinco mujeres que junto a ella cosieron la versión de Las Meninas, el lienzo de Velázquez, 17.760 cuadritos de tela cosidos uno a uno, que "presidiría el club". Y así es. Porque el negocio de la calle Blanquerna es como el Barça, "más que un club". Ella organiza cursos de esta técnica que gana adeptos día a día y que no tiene edad. De hecho entre sus alumnos, Francisco Escalero, de 87 años. "No envejece porque siempre está aprendiendo", asegura la mercera.

Su local está unos metros arriba del negocio madre, Gran Mercería Detalls, abierta en 1988. Conviven ambos sólo que el benjamín ha ganado espacio permitiéndole así impartir cursos de técnicas tan extrañas para un neófito como las llamadas cadena del irlandés, lone star, sashiko, japonés y estrellas. Son monográficos que empezarán a mediados de este mes y tendrán lugar hasta julio.

Mientras una serie de alumnas ­–cuenta con más de sesenta apuntadas a este club de patchwork– enhebra, elige telas, da puntadas, Viada asegura que "todo lo del hogar se puede hacer con esta técnica". Subraya que "si me hacen caso, no se aburren". Porque así, a simple vista, uno puede creer que se trata de hacer un puzzle de retales. "Hay que respetar distancias, colores y telas", puntualiza la profesora. "Es muy terapéutico", añade.

La Real Academia de la Lengua Española no registra la palabra patchwork, aunque esté en la boca de muchas personas. En castellano se puede equiparar a la denominada almazuela, la manta, prenda o tejido que se confecciona con trozos de telas distintos unidos y combinados. La técnica está documentada en el siglo XVII pero su origen probablemente se remonta siglos antes.

La mercera, que luce pierna bailarina en un enorme mosaico de tela sacado a partir de una foto en la que ella y su marido formaban pareja de baile y ganaban concursos, cuenta que la afición a coser telas dispares entre sí "es de toda la vida". Ha expuesto sus trabajos en exposiciones. Ahora se muestra feliz, "¡aunque lleva mucho trabajo!", en este nuevo local en el que al abrir "no sé si estaré sola o con diez alumnos". La flexibilidad de horarios no resta disciplina. Al contrario, la libertad de movimientos otorga un aire desenfadado que se traduce en trabajos hechos con seriedad. "Es muy terapéutico hacer patchwork. Pasan las horas volando y te olvidas de todos los problemas", reitera esta bailarina de las agujas.