Gertrude Stein tuvo la culpa. Cuando le escribió a Robert Graves que el paraíso existía y, sobre todo, era barato, Mallorca dejó de ser el no lugar. El Terreno fue su posada. Hicieron casa Graves y todos los demás, Anthony y Elaine Kerrigan y Mario Benedetti mucho después. De aquello, sólo queda el rótulo que porta el nombre de quien entendió a las mujeres a partir de una dama llamada Diosa Blanca. Todo cuerpo tiene su bajo vientre. Como lo tienen calles plazas y barrios. Donde vivimos. El del Terreno es la plaza Gomila, epicentro de una Palma cosmopolita, alejada del rancio casco histórico, abierta a una canalla muy selecta. Quizá algún día un Bartleby cualquiera le da pasaporte literario a lo que hoy es un paseo por el abandono.

Gomila fue la catenaria de El Terreno, con luceros que hoy no existen o están tapiados. El edificio que albergó el mejor bar de cócteles de la ciudad, el Joe´s, está chapado. Sus desconchones de óxido no son lágrimas. No nos pongamos estupendos. Son arañazos. ¿De qué? ¿Quién es el responsable del abandono que sacude una zona que fue en su día tarjeta turística de la mejor época de la ciudad? En ella tomaron dry martinis Ava Gardner, Errol Flynn, quien también acudió a El Patio, uno de los mejores restaurantes de Palma, frecuentado por un joven príncipe de España, cuyos fogones eran dominio del gran cocinero Pomar, y donde el joven barman Manuel Rojas, que después sería reclamado por el hotel Maricel y el Bendinat, servía copas. ¿Qué ha ocurrido? Hay quien barrunta, entre el vecindario que hace foco de resistencia, que los intereses creados por los restauradores del Passeig Marítim se ha llevado el gato al agua. ¡Quién sabe! Lo cierto es que la plaza Gomila fue el lugar sentimental de muchos de nosotros, de nuestros padres que iban a la terraza del Bellver para tomar un helado y ver pasar a algún famoso. Jaime Gil de Biedma también estuvo en el Joe´s, al igual que el periodista y profesor de Derecho Andrés Ferret, o Guillem Soler, un excelente poeta que dejó en tinta de silencio su agilidad para los versos.

Ya no existe tampoco el bar Loa, donde se reunían el pintor Juan Segura y sus amigos los Pou, los Oria, los Merino, por cierto, éstos hoy alucinados porque a la llamada Casa de los Siete Pisos, uno de los primeros rascacielos de la ciudad, y edificio supuestamente protegido, le ha crecido un sombrero de hormigón.

El paseo arqueológico por Gomila es del todo aleccionador. Se mantiene en pie una pionera discoteca, Toltek que después sería el Zhivago. Es una casa típica de El Terreno, donde sólo el buen gusto, el de la medida y proporción, la salvaguardaron de despropósitos de algunos edificios ostentosos que recientemente han tomado la zona. Juan Segura recuerda los veranos de niño, cuando sus padres, como otras familias de Palma, se iban a veranear al Terreno, donde se bañaban en Can Barbarà. Originariamente eran casas con corral, es decir, un pequeño jardín trasero con palmeras y limoneros. La suya la mandó construir el bisabuelo materno en 1900. Eran tres casas escalonadas que daban al mar y lindaban con la callejuela Banys, que aún existe y mantiene su zócalo original. Siguen en pie, adquiridas por el hotelero Escarrer. Como Gomila, abandonadas a su suerte.

El Nitos, un oásis. Se llama Juan Jiménez, pero nadie le conoce por su nombre. Todos le llaman Nitos. Su puesto de ´pollos para llevar´ no sólo te alimenta, sino que es una crónica de aquella Gomila que enseñó a amar, a perderse y a bailar con el rímel corrido a toda una generación. Abrió Nitos su puesto un poco antes que la discoteca Barbarela escandalizara a las gentes de bien y encantara a los jovenzuelos setenteros que iban a ligar princesas o a toparse con Bonnie Tyler. "Venía a comer. Decía que mis pollos eran los mejores del mundo", cuenta Nitos. Eric Burdon y la Casa Real también se comieron el pollo. José Feliciano prefería "dos cafés con leche, antes y después de cada actuación".

Otro oasis es el Tropical, el bar Bosch de Gomila, juzgan algunos. José Vidal lo atiende hace 32 años, pero sus muros encierran historias colgadas en los murales de Russ Lara.