De los templos de Palma, la iglesia de la Anunciación -conocida popularmente como la Sang- se encuentra entre las más populares y visitadas de la ciudad. Sus orígenes e historia andan paralelos a la creación del Hospital General de Palma, el cual fue fundado con la intención de unificar todos los hospitales repartidos por diferentes lugares de la ciudad. Era el caso del hospital de Sant Andreu, sito en la plaza de Cort o el hospital de Santa Catalina, en el arrabal del mismo nombre. En 1456, el rey Alfonso el Magnánimo, dio la facultad de poder unir los hospitales para mejorar la atención de los enfermos y el cuidado de los expósitos. Esta importante empresa fue encomendada al prior de la Cartuja de Valldemossa, a fray Bartomeu Catany, franciscano y al guardián del monasterio, también franciscano, de Santa Maria dels Àngels -conocido también como el convento de Jesús extramuros-. La administración del Hospital tenía que estar siempre representada por dos personas: un religioso y un laico. En 1458, El Papa Calixto III concedió la facultad para erigir el Hospital General con autoridad apostólica, bajo la invocación de l´Annunciata. No hay que perder de vista que en aquellos momentos los hospitales servían tanto para curar las enfermedades corporales como las espirituales, con lo que el templo, sede del Santísimo Sacramento, se convertía en una de las principales "salas de operaciones" para curar las almas.

Desde el primer momento el Hospital fue eximido de la jurisdicción ordinaria eclesiástica y secular, convirtiéndose los delegados apostólicos en celosos guardianes de los privilegios de dicha institución. El rey Juan fue quien indicó en 1460 dónde se debía construir la fábrica del Hospital General. Debía estar cerca de la muralla, en la parte de poniente, en un lugar espacioso y aireado. Toda la ciudad se volcó con numerosas limosnas y entusiasmo en la construcción de todo el complejo de la nueva institución. Estuvo al frente de la obra Mateu Forcimanya, "ciutadà de Mallorca", residente en Nápoles, que se trasladó a su reino natal por gozar de gran prestigio entre los mallorquines. Ya al pie de obra, Forcimanya discutió con los administradores del hospital y amenazó con regresar a Nápoles, tal como había hecho unos años antes el arquitecto Guillem Sagrera. Entre los patrocinadores de la obra, documentamos a todo tipo de personas, de todas las condiciones sociales, algunas conocidas aún hoy, como es el caso de cartógrafo Gabriel de Vallseca, que en 1467 dio dinero para las obras del Hospital.

En 1487, el Gran i General Consell aportó una importante suma de dinero para construir el presbiterio de la iglesia, con la condición de que el escudo de la Universidad y Reino de Mallorca blasonase su clave de bóveda. En 1493, Gaspar Thomàs, donzell de Mallorca, también ingresó una nada desdeñable cantidad de dinero para continuar con las obras de la nave de la iglesia, hecho que explica la aparición de las armas del linaje Thomàs en las bóvedas y muros del tercero y cuarto tramo del templo. Otro benefactor destacado durante la construcción del templo fue Felip de Pax-Conilleres, ciutadà de Mallorca, que en 1499 donó piedra "de galda" para la realización del portal principal. Sus armas aún pueden verse en la bóveda central de la nave. La familia Villalonga pagó el retablo central que Jeroni Juan atribuyó al pintor Mateu Gallard. De las capillas laterales destacan principalmente dos: la capilla del Belén y la del Cristo de la Sangre. La primera recibe el nombre de un belén medieval que en 1843 llegó a la Sangre, procedente del antiguo convento franciscano de Nostra Senyora dels Àngels, gracias a la intercesión de los diputados Melcior Bestard de la Torre y Miquel Estades. Según la tradición este Belén llegó a Palma en 1536, a bordo de una nave que buscaba refugio a causa de un fuerte temporal. El capitán, durante la tempestad, había invocado a la Virgen para poder salvarse, prometiendo donar uno de los siete conjuntos escultóricos que llevaba a bordo y que representaban los misterios de Nuestra Señora. El barco se había podido guiar gracias a la luz de una lámpara que había en el convento extramuros y al atracar en tierra el capitán, cumpliendo su promesa, dio a elegir al padre general de los franciscanos un misterio, quien eligió el nacimiento de Jesús, tema predilecto de los seguidores del santo de Asís.

La otra capilla, la más conocida y popular, es la del Crist de la Sang. Fue constituida en 1552 por la cofradía de la Sang. En esta capilla está el sagrario y en la parte superior se encuentra un camarín al que se accede por unas escaleras laterales, dónde se venera la escultura del Crist de la Sang, realizado en madera de alcornoque -más ligera que otras, con el fin de poder sacar en procesión la imagen- la cual goza de gran devoción entre los mallorquines que acuden a ella para encomendar sus necesidades. Es por todos conocida la expresión haurem de dur un ciri a la Sang, que se utiliza cuando uno se ve necesitado de la intercesión del Crucificado para superar alguna dificultad o contrariedad. El fervor popular por el Crist de la Sang se manifestó de forma especial durante los últimos días del año 2002, cuando una persona se abalanzó sobre el Cristo, precipitándolo al suelo con los consiguientes graves desperfectos. La conmoción en la Isla fue enorme y ésta sólo cesó al verse de nuevo restaurada la venerada imagen en su camarín.

La devoción mariana también está presente en la iglesia del Hospital General. Dos son las vírgenes que destacan: Nostra Senyora de Mallorca y la Virgen Blanca. La primera procede del desaparecido hospital de Sant Andreu y desde 1968 preside el altar mayor. La segunda procede del desaparecido convento de los Carmelitas de Palma.

(*) Cronista oficial de la ciudad