La digitalización y, en general, las nuevas tecnologías de la información han producido cambios sustanciales en el sistema de las relaciones humanas, incluida la comunicación. Con la implantación de internet, casi todo ha cambiado y los individuos estamos ensamblados en una globalización que, como toda obra humana, tiene grandezas y miserias. Una globalización que resulta inabarcable en muchos sentidos y que cambia nuestros hábitos, nuestros modos de conectar con la realidad, nuestro sistema personal de vincularnos con el mundo. Pero aunque no tiene sentido oponerse a este vertiginoso cambio, del que debemos extraer todo lo productivo y desechar lo desdeñable, hay algo que no cambia: los valores y los principios. Matar, robar y mentir están mal, tanto en analógico como en digital. Y eso debe quedar claro desde el primer momento, con un corolario obvio: la digitalización no puede abrir zonas de impunidad, a las que no llegue el Estado de derecho.
Por ello, la comisaria europea de Justicia, Vera Jourová, ha presentado un proyecto de nueva normativa sobre el tratamiento de pruebas electrónicas, que intervienen ya en más del 50% de los procedimientos. Los gigantes de Internet tendrán diez días como máximo para presentar las evidencias que se les requieran, y en casos de urgencia, los plazos podrán reducirse a seis horas. La seguridad jurídica quedará garantizada frente a los desaprensivos que han tratado de emboscarse en los subterráneos de la red.
