En Madrid, la muerte de un africano, atribuida inicialmente por error a una persecución policial, generó una revuelta social en que un importante número de incontrolados españoles cometió actos de vandalismo en el barrio de Lavapiés. La gente de la zona subrayo que los violentos "no eran del barrio", sino jóvenes organizados que acudieron al olor de la tensión social para desahogarse.
Como trasfondo de estos hechos, que todavía colean en los periódicos, leo en un titular unas declaraciones de Christine Lagarde, directora gerente del FMI: "El crecimiento sostenido necesita menos desigualdad". Parece una obviedad pero no lo es. O, al menos, no lo es para muchos gobernantes occidentales, para el gobierno español.
Es un logro estar creciendo a tasas del 3% o más altas, pero no se entenderá la realidad si no se ve que el desempleo juvenil es todavía de orden del 40%, que el salario medio de los menores de 30% que trabajan no alcanza los 1.000 euros, que la inmensa mayoría de los jóvenes no se emancipan hasta cumplir los 30 como mínimo? Con estos mimbres, no hay ni habrá desarrollo sostenible. Y los antisistema no serán más que la espuma de la indeseable realidad.
