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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Sueldo nuevo, coche nuevo

Quienes creemos fervientemente en la degradación del planeta, con parada obligatoria en Mallorca, no distinguimos entre motores diésel, coches eléctricos, placas solares o seres humanos. Pese a ello, bienvenido sea el esfuerzo del Govern por sustituir un millón de vehículos hidrocarbonados con dos millones de coches voltaicos. En tiempos más democráticos, quienes disfrutan de un sueldo que les permite cambiar de montura anualmente no exhibían esta capacidad con prepotencia. Hoy no podemos evitar que los portavoces de la industria insistan en que el problema radica en el envejecimiento de la planta automovilística, con independencia de su combustible. Por resumir su discurso:

—Tiene usted una birria de coche.

Si es imprescindible cambiar de automóvil para obedecer al dictamen de los expertos, hasta ellos pueden entender que de algún sitio habrá que sacar el dinero para pagar coches de precio inflacionario. Al preguntar a estos vendedores si están de acuerdo con la subida de sueldo de los trabajadores, empezando por los empleados del sector del automóvil, se observará una mengua de su efusividad. De repente, les parecerá estupendo que el proletariado creciente circule a lomos de carracas con diez años de antigüedad, que ahora encontrarán el colmo del vintage.

El coche va antes que el piso, en la lista de propiedades adquiridas en cuanto mejora la situación económica de una persona, aunque ambos compiten a notable distancia de los artefactos telefónicos. Quien no compra un automóvil nuevo es porque no tiene un sueldo nuevo. Produce cierto rubor restregarle esta evidencia a los expertos del sector, dado que fue acuñada por un tal Henry Ford, padrino en todos los sentidos de la industria automovilística. Así habló: "Si una industria no mantiene los salarios altos y los precios bajos, se destruye a sí misma, porque limita el número de sus clientes. Nuestros empleados deberían ser nuestros mejores clientes". Claro que esto es cultura, el bien de consumo más degradado y despreciado del planeta.

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