Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Valtonyc

Lo diré muy claro desde el principio: no quiero que el rapero Valtonyc vaya a la cárcel. Lo repito, no me hace ninguna gracia que Valtonyc vaya a la cárcel. Su condena a tres años y medio por injurias y amenazas me parece un disparate, como me parece un disparate que un tuitero haya sido condenado a dos años y medio de cárcel por decir en un tuit que hay que matar mujeres "ya que hay muchas putas sueltas". Valtonyc, no lo olvidemos, no ha sido condenado únicamente por injuriar a los Borbones, sino por amenazas de muerte dirigidas contra personas en concreto (José Ramón Bauzá, Jorge Campos, el rey Juan Carlos). Algunos pícaros que se hacen pasar por muy íntegros -y por muy artistas- han querido hacernos creer que se le ha condenado exclusivamente por insultar al rey y por decir que los Borbones son unos ladrones. No es cierto. Esos insultos sólo hubieran supuesto una leve condena de seis meses (que también me parece desproporcionada, ojo). Pero se le ha condenado a la cárcel por amenazas de muerte dirigidas contra personas en concreto, igual que ha ocurrido con el pobre diablo -seguramente un perturbado- que había incitado a matar mujeres en su tuit. Porque las letras de Valtonyc -me he leído la sentencia- están repletas de incitaciones al odio, a la violencia y al asesinato. Y eso es innegable.

Empecemos. "Bauzá debería morir en una cámara de gas", dice una de las letras de Valtonyc. Muy bien, Bauzá es un tipo antipático que no nos cae bien a muchos. De acuerdo, mandémoslo a la cámara de gas como si fuera un judío en Auschwitz. Pero ahora cambiemos el nombre de Bauzá, expresident de esta comunidad, por el de Francina Armengol, su actual presidenta. ¿Qué tal suena ahora esa misma frase? Escúchenla, por favor, no se priven: "Francina Armengol debería morir en una cámara de gas". Repitámoslo con el fondo del chunda-chunda de un buen rap: "Francina Armengol debería morir en una cámara de gas". ¿A que ahora ya no nos hace tanta gracia la frase? ¿A que ahora no nos parece tan atrevida ni tan desafiante? ¿A que ahora incluso nos trasmite un escalofrío en la espina dorsal, pero no un escalofrío de emoción -como quería Nabokov cuando leíamos un buen libro-, sino de miedo, incluso de pavor?

Valtonyc, ese valiente rebelde que desafía él solito -sin más armas que su rap- la odiosa tiranía monárquica que gobierna España como si esto fuera Zimbabwe, es un firme partidario de la pena de muerte, del exterminio físico del adversario político y de la existencia de una vasta red de campos de concentración para internar a todas aquellas personas que no le caigan bien. Exactamente igual, qué coincidencia, que cualquier antropoide de la extrema derecha más repugnante. De eso, por supuesto, se habla muy poco. Pero aquí suministro unos cuantos ejemplos, extraídos de la sentencia del Tribunal Supremo (una sentencia, me temo, que nadie se ha leído). Vean este inspirado verso (¿verso?) sobre el rey: "Burgués, ni tú ni nadie me harán cambiar de opinión, cabrón, seguir el acto de fusilar al Borbón". O este versículo (¿versículo?) contra el PP: "O que explote un bus del PP con nitroglicerina cargada". O estos versos (o lo que sean) contra Jorge Campos: "Jorge Campos merece una bomba de destrucción nuclear", "le arrancaré la arteria y todo lo que haga falta". Y concluyamos con este fervoroso elogio de los campos de concentración: "Qué pena que no haya cerca gulags como Siberia". Qué mala pata tuvo Valtonyc al nacer en Mallorca. Si hubiera nacido en Rusia hacia 1917 podría haber realizado su sueño y ser un eficaz chequista al servicio del NKVD vigilando a los disidentes en un campo siberiano. A algunos, quizá, hasta podría haberles metido él mismo una bala en la nuca.

La verdad es que siento pena por Valtonyc. Hay ideologías que saben convertir las heridas íntimas de algunas personas en materia prima para el combustible ideológico basado en el resentimiento y en el odio más incendiario. Y eso le ha pasado a Valtonyc, que podría ser un personaje menor de Los demonios de Dostoievski, o que podría jugar un papel -tal vez el del pobre diablo que lleva la mochila cargada de explosivos- en El agente secreto, de Joseph Conrad, quizá la mejor novela sobre terrorismo que se haya escrito nunca. Si hubiera nacido en el barrio del Príncipe de Ceuta, Valtonyc se habría alistado en el DAESH. Si hubiera nacido en Rusia, hace 25 años y no en 1917, sería un ultraortodoxo antisemita que llevaría el cuerpo tatuado de cruces en vez de metralletas. Pero eso da igual. Sigo pensando que Valtonyc, ese hombre que cree en la pena de muerte, en el exterminio del adversario y en los campos de concentración, no debería ir a la cárcel. Por muy estúpidas que sean las cosas que dice, por muy horribles que puedan parecernos, no debería ir a la cárcel. Ahora bien, tampoco debería ir el tuitero que animaba a matar mujeres. O cualquier loco que diga -seguro que pronto sale uno- que hay que matar a Francina Armengol.

Compartir el artículo

stats