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Antonio Papell

Los aciertos del PSC

El PSC, de la mano de Iceta, primer secretario del partido desde julio de 2014, ha conseguido remontar el declive suscitado por la resaca del tripartito, durante el cual el partido hermano del PSOE en Cataluña se apartó de sus esencias originarias y una parte de él se adosó peligrosamente a un nacionalismo incompatible con el progresismo político y social que la gran formación de centro izquierda había lucido como principal característica en los tiempos en que el PSC-PSOE ganaba sistemáticamente las elecciones generales aunque la Generalitat era gobernada por el nacionalismo blando de Pujol.

El pasado sábado, el comité federal del PSOE celebrado en Alcalá de Henares cerraba filas en torno al líder del partido, Pedro Sánchez, y a la estrategia del primer secretario del PSC, Miquel Iceta, ante las elecciones catalanas del 21 de diciembre, consistente en la integración en sus listas de representantes de la extinta Unió Democràtica de Catalunya (el ala democristiana de CiU), y de sectores de la izquierda cercanas al espíritu del viejo PSUC, indignados por las ambigüedades de Pablo Iglesias en el asunto clave de la unidad de España. Como se sabe, en las listas estarán tanto Ramón Espadaler, antiguo consejero de Interior con Artur Mas, como el exfiscal y exeurodiputado de Podemos Carlos Jiménez Villarejo. Vidal Folch, que subraya que el PSC está asimilando a representantes de La Tercera Vía, Federalistes d'Esquerres, Societat Civil Catala, Portes Obertes del Catalanisme y otras organizaciones sociales, detecta en la operación un aroma al compromesso storico italiano entre democristianos y comunistas en los setenta, que entonces fracasó por el asesinato de Aldo Moro.

Toda la vieja guardia del PSOE y los barones territoriales que no apoyaron a Sánchez en su retorno a la secretaría general se han sumado a estos criterios integradores, que refuerzan al PSC y a Iceta y contribuyen evidentemente a reafirmar al PSOE como el gran referente de la opción progresista en el Estado. Las discrepancias, tanto en la calle Ferraz como en la calle Nicaragua, han sido mínimas, irrelevantes.

El asentamiento del PSC y del PSOE ha coincidido con la deriva a la baja de Podemos y de su sucursal catalana, que se fracturó porque su jefe de filas, Dante Fachín, dimitido un minuto antes de su expulsión, se tomó en serio la contemporización de Pablo Iglesias con el soberanismo en su absurda defensa del 'derecho a decidir', como si los catalanes hubieran vivido los últimos cuarenta años en el autoritarismo. Iglesias no ha tenido más remedio que ponerse en manos de los Comunes, con los que ha acordado el liderazgo de Doménech, y ha participado en la ruptura de Coláu con el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona. La insólita decisión de la alcaldesa, que tan sólo cuenta con 11 de las 41 concejalías de la ciudad y pretende gobernar en solitario, pone en riesgo las demás alianzas municipales del PSOE con el populismo pero, sobre todo, marca distancias y coloca a cada cual en su sitio porque, como manifestó Pedro Sánchez este sábado ante sus conmilitones, "¿qué izquierda es esa que justifica que haya presos políticos en otros países y se lleva las manos a la cabeza de que en España haya políticos presos por saltarse la ley?

El PSC, en fin, ha sabido resistir las apelaciones al falso heroísmo de los independentistas; ha sido leal a la Constitución y a los grandes principios exhibidos por el PSOE durante toda la etapa democrática; y está ofreciendo de nuevo a la ciudadanía de Cataluña la opción mestiza y catalanista que responde a la demanda de la mayoría de los ciudadanos de la comunidad autonomía que son los que se sienten explícitamente españoles y catalanes al mismo tiempo. El mensaje del PSC es el que tiende a cerrar la fractura en vez de agravarla, y parece lógico que semejante firmeza en el equilibrio, en la serenidad y en la defensa de la solidaridad interterritorial, devuelva al socialismo catalán la hegemonía política y la capacidad de reconstruir la convivencia en Cataluña

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