El PSOE ha mantenido / está manteniendo imperturbablemente durante la crisis el apoyo al estado de derecho, que pasaba en este caso por el respaldo prácticamente incondicional al Gobierno, que debe gestionar la defensa de la legalidad constitucionalidad vigente, amenazada por un movimiento insurreccional dispuesto a violentarla. Esta actitud, semejante a la que ha mantenido Ciudadanos -más cercano al Partido Popular y que ha debido por tanto hacer menos esfuerzos para mantener la sintonía con él-, le ha hecho ganar prestigio y apoyo, y ya hay quien vuelve a ver a los socialistas como la gran alternativa, simétrica de la que ofrece el gran partido de centro-derecha, hoy en minoría. Pero aunque las cosas son fundamentalmente así, se entienden mal ciertos patinazos que son -digámoslo claro- impropios de un partido de gobierno, maduro y sobrio, capaz de cargar sobre sus hombros la gran responsabilidad de un país. La reprobación a la vicepresidenta por la actuación policial el 1-O, con la que está cayendo, es inteligible si se contemplan los incidentes de forma aislada, pero resulta inconcebible si se observa la situación en su conjunto.
Tampoco se entiende que, por mor de hechos relativamente irrelevantes como este, vuelvan a escucharse en el seno del PSOE voces discrepantes, desleales con la actual dirección del partido -que está donde está por indiscutibles méritos propios- y letales para los intereses de la formación y del equilibrio político de este país.
