En una operación de alto riesgo sin precedentes, la Guardia Civil se ha incautado de nueve millones de papeletas del referéndum catalán. En cada una de ellas figuraba claramente recuadrada la posibilidad de votar "NO" con mayúsculas. La negación ocupaba exactamente el mismo espacio que el "SÍ" independentista. Es decir, el Gobierno considera un éxito democrático la requisa para su destrucción de una cifra ingente de documentos, donde la mitad del contenido expresa que "no quiero que Cataluña sea un estado independiente en forma de república". O dicho en positivo sin alterar el sentido, "quiero que Cataluña siga siendo una nacionalidad de España como en la actualidad".
El análisis político más equidistante sobre el referéndum de independencia está contenido en las papeletas, que también dicen "NO". La Generalitat ni siquiera tomó la precaución de emborronar la negativa a la república, enunciándola en la oscura lengua catalana para dificultar su intelección. El "NO" es tan universal como el SOS, además de pertenecer con igual derecho al catalán que al castellano. Y la pregunta planteada en los diabólicos documentos confiscados por la Guardia Civil también contiene la formulación española, "¿Quiere que Cataluña sea un estado independiente en forma de república?"
Al contemplar la retirada de las papeletas como un triunfo exultante, y no como una rendición de la convivencia, el Gobierno ha criminalizado la posibilidad de decir "NO" a la Cataluña independiente. Y por tanto, "SI" a España en su actual configuración. Se argumentará que la papeleta satánica también contiene el "SI" inicuo, pero qué sentido tiene decir que "NO" si se prohíbe la opción antagónica. En democracia no vale el planteamiento "solo puedes decir que me quieres, no puedes decir que no me quieres", porque anula la capacidad crítica. Al pasar de evitar la independencia a forzar una reconquista, el Gobierno que destruye papeletas con un "NO" solo ha fracasado en un cincuenta por ciento. Está por debajo de su porcentaje habitual.
