La importancia del cuidado del entorno agrícola va mucho más allá de lo que su escasa aportación directa al PIB puede indicar. El mismo lenguaje ya nos lo sugiere: etimológicamente, la palabra país proviene del latín pagus, un determinado distrito rural acotado por la geografía y ordenado por el cultivo de la vid, del olivo o del grano. Más que a un Estado o a una nación, el concepto de país remite a una idea civilizadora, estructurada y pacífica del campo. El aspecto del paisaje revelaría, de este modo, el carácter de una comarca o de una región. Se trata, al igual que sucede con el mantenimiento de las calles y de las plazas; con la situación general del comercio; con la atención a la sanidad, las escuelas, las bibliotecas o los mayores, de un elemento crucial que nos habla del buen -o del mal- funcionamiento de una sociedad. Huelga decir qué efectos negativos supondría para Mallorca el abandono y la ruina del mundo rural a nivel paisajístico -uno de los grandes atractivos de la isla- y de riqueza ecológica. Es evidente, aunque la cuestión del cuidado del campo y de la masa forestal no se pueda reducir a una estampa fotográfica. Hay muchos más factores en juego.

Por eso mismo, las noticias sobre la plaga de Xylella que afecta al arbolado balear resultan tan preocupantes. Las primeras informaciones que nos llegan de la auditoría realizada por la Unión Europea -y que ha publicado esta semana Diario de Mallorca- plantean un futuro muy sombrío para el agro mallorquín. Por su conocida virulencia, la bacteria de la Xylella fastidiosa se ha convertido en un quebradero de cabeza en buena parte del Mediterráneo -de Lecce, en Italia, a la provincia de Alicante, donde se acaba de detectar-, amenazando con destruir la riqueza rural y paisajística del sur de Europa. Almendros, olivos, acebuches y más recientemente incluso la viña son algunas de las víctimas de este tipo de invasión biológica, sin que los técnicos hayan sido capaces de encontrar un remedio eficaz que permita frenar la propagación de la epidemia. El pesimismo de las autoridades comunitarias, a la espera del informe final que se conocerá después del verano, alerta de que es probable que ni con una tala masiva de árboles se pueda erradicar la bacteria asesina.

Las implicaciones para las Balears son muchas y ninguna halagüeña. Hay que observar, en primer lugar, el error que supuso por parte de la Conselleria de Medi Ambient, Agricultura i Pesca minimizar la gravedad de la plaga cuando se detectaron los primeros casos hace unos años. No parece ni mucho menos que la Xylella afecte sólo a los almendros envejecidos, como se insinuó al principio, sino que se trata de un auténtico problema global que concierne estructuralmente a todo el campo mallorquín y que se añade además a plagas previas como la del picudo rojo. En segundo lugar, sería recomendable una actuación más decidida del Govern, y con mayores medios, tanto para detectar como para contener y erradicar las infestaciones biológicas que, como consecuencia de la globalización, son cada vez más frecuentes en el archipiélago. Lógicamente hay que trabajar al más alto nivel científico en cuanto a la investigación de posibles tratamientos contra la temida afección. Un correcto seguimiento de la plaga, por ejemplo, nos permitiría conocer con mayor exactitud qué variedades de árboles y arbustos se muestran resistentes a la Xylella. Entre los motivos para la esperanza podrían encontrarse algunas plantaciones modernas de almendro en regadío. Salvar el campo mallorquín debe ser una prioridad para toda la sociedad isleña.