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Antonio Papell

Más sobre ´Nación de naciones´: la conllevancia

Óscar Alzaga, en su definitivo "comentario sistemático" a la Constitución española de 1978, explica al respecto del artículo 2 que "estamos en presencia del artículo que cierra la transacción más discutida de cuantas contiene nuestra Constitución": fue "obra del acuerdo a que llegaron trabajosamente los siete ponentes del Congreso (con la excepción del señor Fraga). La disciplina interna de los partidos hizo que la fórmula elaborada por aquéllos no fuese tocada un solo ápice, ni en la Comisión de Asuntos Constitucionales, ni en el Pleno de la misma Cámara, ni el Senado, ni, por supuesto, en la Comisión Mixta". Alzaga aclara que, en realidad, aquel pacto fue negociado entre Miguel Herrero, representante de UCD, y Miquel Roca, quien actuaba en nombre de los nacionalistas catalanes y vascos. Y Herrero se lo explicaba así a la periodista Pilar Urbano, del ABC, en enero de 1978, según recoge el mismo texto de Alzaga: "Desde hace tiempo, yo personalmente defiendo la necesidad de introducir el término ´nacionalidad´, expresivo de la personalidad y organización de ciertos pueblos que son más que regiones naturales. Y por el contexto en que se formula dentro de la Constitución, no atenta contra la unidad y la solidaridad de España. Aún te diré más: creo que es característica diferencial de España ser ´nación de naciones´. Y ese fenómeno fecundo lo debemos precisamente a la gran monarquía del dieciséis y diecisiete. Por lógica histórica, al restaurar la monarquía, justo es restaurar algo que le fue tan consustancial: las nacionalidades y regiones bajo una sola Corona". El ponente constitucional que representaba al PSOE, Gregorio Peces-Barba, confesó por su parte al propio ABC cuatro días más tarde: "Yo, en cambio, hubiese preferido que se utilizase el término ´naciones´, pero aún irritaba y asustaba más (€); los socialistas somos federalistas, concebimos a España como una unidad superior que integra en sí diferentes pueblos, naciones: vascos, castellanos, andaluces, catalanes, valencianos, gallegos€".

Esta fue, pues, la génesis del consenso constitucional, que se basó en el concepto "nación de naciones". Un consenso compartido por todos los actores, salvo por Manuel Fraga, un exministro de Franco que había dado ambiguas muestras de aperturismo en los últimos años de vida del caudillo pero que, fracasada su pretensión de representar a la derecha democrática, hablaba en las constituyentes como líder de Alianza Popular, un partido neofranquista y reaccionario que había sido fundado por "los siete magníficos" (Cruz Martínez Esteruelas, Federico Silva, Laureano López Rodó, Enrique Thomás de Carranza, Gonzalo Fernández de la Mora, Licinio de la Fuente y el propio Fraga) y que apenas había logrado 16 escaños en aquellas elecciones de 1977. Sólo una evolución intensa de Fraga, ulterior a resonantes fracasos electorales y acompañada por un cambio de nombre y de liderazgo de su organización, alumbró años más tarde el Partido Popular, ya homologable con los partidos conservadores europeos.

En definitiva, el pacto fundacional del sistema partió de una paradoja, que es la que encierra la mencionada expresión, y que es posible por la polisemia del término nación y por el hecho de que puedan existir, y de hecho existan en todo el mundo, muchas naciones sin Estado. La conllevancia orteguiana consiste en la superación de esta aparente contradicción, que da lugar a una necesidad permanente de acomodar identidades distintas. Para el propio Óscar Alzaga, "la noción clave de ´nación´ puede concebirse -siguiendo a Momsen— no como una energía que avasalla e imperializa, sino como un proceso de ´incorporación de una tarea política común´. Esta idea la desarrollaría en España Ortega y Gasset concibiendo la nación como ´un proyecto sugestivo de vida en común´ y añadiendo que no se convive ´por estar juntos´, sino para hacer juntos algo".

Así las cosas, la crisis actual tiene un planteamiento simple: o accedemos a seguir conviviendo con el vidrioso concepto de "nación de naciones", entendido como originariamente, y abrimos nuevos caminos para "seguir haciendo cosas juntos", lo que requerirá "soluciones imaginativas" como pide Enric Juliana, o el caso estallará si se pretende regresar a un unitarismo que nunca existió desde que la transición emitió sus primeros balbuceos.

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