Diario de Mallorca

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El ingenuo seductor

El bando bueno

La crueldad de una guerra siempre acaba convirtiendo la realidad en un juego maniqueísta. Apenas hay espacio para el matiz. Hay buenos y malos, vencedores y vencidos. Aunque realmente sea el vencedor quien asume el poder y la revancha, quien ejerce la fuerza con una brutalidad sádica, ese contexto histórico nos nubla la mirada, nos polariza, incapacitándonos para buscar la particularidad entre los escombros de la última masacre.

Esta semana he sentido eso mismo. A principios de junio fui invitado, por la embajada de Israel en España, a visitar Tel Aviv y conocer de cerca sus celebraciones del Pride, su Orgullo LGTB. Allí conocí a Shachar Erez, el primer hombre transexual que llega a oficial en el ejército israelí. A Talleen Abu Hannah, una joven trans árabe que es todo un símbolo en su país tras participar en su Gran Hermano. A Israela Estephanie, una mujer trans de cincuenta y seis años que trabaja en el Gay Center de Tel Aviv y visité el centro de acogida para menores lgtb del barrio de Hatikva, junto a la ciudad vieja de Jaffa. Escuché sus historias, me conmoví con ellas, polemicé con otras y reconocí todo intento de propaganda. No nací ayer. Pero al regresar a España, no tardaron los mensajes en los que se me acusaba de haber sido cómplice del pinkwashing de Israel. O sea, del lavado de imagen que el país hace, de cara a la comunidad internacional, utilizando a la población lgtb. Otra vez la polarización de la historia, de las opiniones, de las razones, que nos obligan a invisibilizar los errores, las injusticias, las atrocidades cometidas en el bando reprimido.

Tel Aviv es un refugio en Israel. Una ciudad a la que huyen gais, lesbianas y personas trans del resto de ciudades del país, también de Palestina. Primero, para salvar su vida y, después, para poder vivirla con dignidad. No es Israel pero sí es la imagen que mejor vende Israel. La imagen del salvador, aunque Tel Aviv no tenga nada que ver con el resto del país. Pero ese marketing no es muy distinto al que realizan empresas, ciudades y hasta alcaldías en países occidentales.

Ser víctima de un mal superior, de un poder represor, no debería convertirte irremediablemente en el "bueno" de la Historia. Yo, ideológicamente, me polarizo. Por pura estadística. Pero, ¿qué pasa cuando quienes actúan mal, quienes vejan y asesinan a sus semejantes, son los de tu bando? Lo lógico sería que equilibrásemos, que no confundiésemos honestidad con sectarismo, que fuésemos implacables ante la más mínima vulneración de los derechos humanos. Se cometa donde se cometa. Pero no. La polarización crea facciones, posturas tan parciales como cómodas, porque justifican cualquier negación de los hechos. Posicionarte en un bando te convierte, indiscutiblemente, en el bueno, en el poseedor de la única razón: la tuya.

Esto no es una oda a Israel. Pero, por favor, no olvidemos que en la Franja de Gaza se repudia, se asesina, a gais, lesbianas y trans. Hasta ser gay se considera parte del colonialismo israelí. Y esos hombres y mujeres palestinos huyen a Tel Aviv. Por supuesto que luego ser gay y palestino en territorio israelí adquiere una dimensión cuestionable, ya que Israel antepone su identidad nacional a la orientación sexual, pero negar los argumentos que les hacen huir, en nombre de una deuda histórica y territorial, hace flaco favor a la defensa de los Derechos Humanos.

Los gais, lesbianas y personas transexuales de Palestina, como los saharauis (la lgtbfobia en los campamentos saharauis también está silenciada), están más solos que nadie porque han tenido la mala suerte de pertenecer al bando "de los buenos" para la opinión pública internacional. Esa es su desgracia. Porque su reclamación, sus derechos, se invisibilizan, se silencian, en nombre de una justicia suprema. Los países africanos que no tienen un enemigo definido ante el que posicionar a la comunidad internacional no disfrutan de campañas de apoyo extraordinarias, ni conciertos solidarios. Polarizar es fácil, incentiva la reivindicación a la vez que calma conciencias, pero reflexionar, analizar, matizar, es mucho más recomendable si pretendemos construir un mundo considerablemente mejor.

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