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Matías Vallés

Al Azar

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´Mallorca 312´ contra el resto

Por fin puedo estar de acuerdo con los ecologistas, ni siquiera discutiré si han venido a mi terreno. Gob y Terraferida denuncian al unísono la marcha...

Por fin puedo estar de acuerdo con los ecologistas, ni siquiera discutiré si han venido a mi terreno. Gob y Terraferida denuncian al unísono la marcha cicloturista Mallorca 312. Esta maldición sobre ruedas se celebrará el sábado contra el resto de mallorquines, obligados a soportar cierres de carreteras previstos para siete horas y que lógicamente se prolongarán durante más tiempo. Con un número de damnificados muy superior a los participantes, conviene recordar que no se trata de una iniciativa solidaria, sino de un negocio que reclama más de 80 euros a cada inscrito hasta un total de medio millón de euros.

La bicicleta puede ser un arma de destrucción masiva tan potente como una grúa, basta con dispararla en la cantidad adecuada sobre un territorio propicio. Los perdigones matan como las balas, solo se necesita mayor dosis. Con todo, lo más asombroso es el cierre discrecional de las carreteras, que solivianta por simpatía incluso a quienes no atravesamos la Vía de Cintura bajo ningún concepto. No solo es absurda la clausura con la temporada ya iniciada, sino que alguien habrá de avisar a las decenas de miles de mallorquines bloqueados de que no sufran un infarto el sábado. En un ejercicio de turismo caníbal, los ciclistas privilegiados lograrán que otros turistas embotellados pierdan su avión.

Mallorca no gana nada con la 312, ni con las restantes iniciativas sudorosas que han reconvertido la isla entera en un estadio olímpico. La única ventaja de la saturación turística es que no necesitamos ninguna promoción. En todo caso hemos de generar publicidad negativa para aliviar la presión, y aquí los organizadores de la prueba pueden presumir de que provocarán atascos tan monumentales que ningún residente o visitante deseará continuar en la isla. Disfrazar este engendro de deporte equivale a llamar cultura a Walt Disney. La pachanga simplemente acelera el fin de la comunidad mallorquina, imponiendo una casta con derechos superiores. Si deseaban organizar tantos eventos masivos en Mallorca, haberla hecho más grande.

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