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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Ya no hay corrupción

Me desperté, y el dinosaurio de la corrupción ya no estaba ahí. La fiscalía Anticorrupción, dirigida desde Madrid por un secuaz del PP, ha decidido...

Me desperté, y el dinosaurio de la corrupción ya no estaba ahí. La fiscalía Anticorrupción, dirigida desde Madrid por un secuaz del PP, ha decidido que Mallorca está purificada de la compraventa de políticos. Sobre todo en lo tocante a grandes presuntos corruptos, como Juan Miguel Villar Mir. La malévola casualidad ha querido que la petición de archivo para el inmaculado empresario se conociera el mismo día en que un juez decente no solo registraba su conglomerado OHL en busca del pago de comisiones, sino que además detenía al yerno del magnate. Estas cosas sucedían antes en Mallorca, atendiendo a peticiones de los fiscales. Por lo visto, ya no hace falta.

Habrá notado que el viento suena más limpio, en Mallorca ya no hay corrupción. Por desgracia y por mi contacto directo con las tropas de Villar Mir, el hospital de Son Espases es el mayor escándalo por dimensión y precio de la historia de Balears. Me lo dijeron ellos personalmente, ejecutivos del mismísimo Villar Mir que ahora están imputados. Por supuesto, nada más lejos de mi intención que contradecir a la fiscalía Anticorrupción. Me esmeraré ahora en olvidar todo lo que escuché, ninguna resistencia debe oponerse a la verdad revelada desde las alturas y que solo casualmente favorece a los multimillonarios.

Porque la fiscalía Anticorrupción no solo defiende a Villar Mir en contra del criterio del juez de Instrucción y de la Audiencia. También quiere exigir al Supremo que perdone todavía más a la Infausta Cristina. Ya solo les falta exigir la decapitación de quienes consideren reprobable que la hermana del Rey gastara dinero sustraído por su marido. Repitan cien veces conmigo que "En Son Espases no hay corrupción", aunque hasta una consellera de Matas declarara todo lo contrario. A continuación, reclamaremos la extinción de la fiscalía Anticorrupción por motivos de misión cumplida, de eficacia energética y para que la traición no sea tan palpable. Fue bonito mientras duró, pero nadie dijo que fuera a durar para siempre.

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