Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

Sesenta años de Europa

El proceso de construcción europea, en un continente que acababa de protagonizar dos guerras mundiales, fue una solución espléndida a la autodestrucción impulsada por las pulsiones nacionalistas

Hoy se cumplen sesenta años de la firma de Tratado de Roma, y la efemérides, vanamente solemnizada por las instituciones comunitarias, pasará sin duda inadvertida para una sociedad que todavía guarda un germen positivo de europeísmo -en este país, durante toda la larga noche de la dictadura, Europa era un faro de libertad- pero que, además de esta adhesión mecánica, no siente la menor vehemencia a la hora de interiorizar esta identidad colectiva. De hecho, en las vísperas del aniversario, la única alusión parlamentaria a este asunto fue el rifirrafe que mantuvieron Rajoy e Iglesias en el Congreso a mediados de mes, cuando el presidente informó a la Cámara del último Consejo Europeo. Entonces, Rajoy mantuvo que “la Unión Europea es una historia de éxito y lo es a todos los niveles, aunque haya algunos que pretendan culparla de todos los males de la Unión. Pero conviene recordar que Europa, desde el Tratado de Roma, ha vivido el mayor periodo de paz y de prosperidad de su historia”. Iglesias, por su parte, acusó a Rajoy de hablar “con palabras vacías” y afirmó que “desde el Tratado de Maastricht, Europa ha pasado a estar dominada por Alemania”, situación que a su juicio habría quedado de manifiesto con la llegada de la crisis, pues desde ese momento “se percibió que los intereses de España son diferentes a los de Alemania”, diferencias que estarían “pagando los ciudadanos”. En definitiva, según el líder de Podemos “la historia de Europa no es un éxito, es un fracaso”. Pobre visión de la realidad.

Un mínimo de perspectiva debería convencernos de que el proceso de construcción europea, en un continente que acababa de protagonizar dos terribles guerras mundiales, fue una solución espléndida a la autodestrucción impulsada por las incontroladas pulsiones nacionalistas de antaño. Y en todo caso, el balance objetivo de estas seis décadas es poco controvertible: la Europa de los 27 ha mantenido la paz, ha incrementado espectacularmente el nivel de vida de todos sus miembros (con los desniveles y defectos que se quiera), está consolidando una integración muy fecunda (con carencias pero con logros innegables) y está alumbrando una verdadera potencia socioeconómica que poco a poco se constituye en actor global.

Es cierto que todavía perdura aquel viejo debate sobre la integración de Europa, iniciado antes de que el proceso comenzara: entre federalistas y funcionalistas, entre Altiero Spinelli y Jean Monnet. Aquel debate concluyó con los Tratados de París y Roma y el triunfo de las tesis de Monnet, a quien, en palabras de Spinelli, corresponde por eso el mérito de haber puesto en marcha la unificación de Europa y la culpa de haberlo hecho por un camino (a su juicio) equivocado. Los términos de la opción siguen siendo hoy los mismos: federación o comunidad; Estado federal o unión de Estados. En la práctica, Europa marcha por un camino propio, un híbrido, y quizá en esta inconcreción esté el secreto de su éxito.

Lo más evidente en la actual coyuntura es que no existe opción alternativa. El Brexit, lejos de ser el pistoletazo de salida de una dispersión, aglutina a los 27 en un movimiento introspectivo que puede redundar en un fortalecimiento de la idea de Europa y en la aceleración de sus avances. Y aunque es preciso mejorar la arquitectura de conjunto, equilibrar los intereses del centro y de la periferia, contrapesar la hegemonía alemana e incrementar la participación política de todos, los últimos acontecimientos nos muestran con realismo las inclemencias exteriores: frente a las grandes crisis y a la necesidad de prevenirlas más a tiempo, ante el auge del populismo que nos acosa -y que ha provocado el Brexit, seguido del triunfo de Trump en los Estados Unidos-, la idea de Europa es el referente de cultura y civilización al que todos nos asimos como tabla de salvación.

Compartir el artículo

stats