Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

El PSOE, la suerte está echada

Ha habido demasiadas declaraciones, demasiadas traiciones y demasiadas venganzas como para imaginar que quien gane ahora las primarias tendrá a todo el partido tras de sí

Patxi López, el exlehendakari vasco que ha sido el primer en presentar su candidatura a secretario del PSOE en las primarias de mayo, ha cometido la ingenuidad de proponer una reforma estatutaria para que sólo la militancia pueda descabalar a un secretario general entronizado por las bases y no por los burócratas del partido. Consciente o inconscientemente, López ha puesto el dedo en la llaga y de paso ha dejado en evidencia a la gestora: la fuerza de Pedro Sánchez a día de hoy radica en la gran injusticia que le hicieron sus conmilitones para materializar una operación palaciega aderezada con los ropajes artificiosos del interés de Estado. El éxito de Pedro Sánchez en su presentación del lunes en Madrid indica que probablemente la suerte está ya echada a su favor.

En un partido político, todo puede ser debatido, y también debió serlo la posición del PSOE tras las elecciones del 26J, que provocaron una bien visible división de opiniones entre opciones igualmente legítimas. Porque era perfectamente respetable la tesis de que el PSOE tenía la obligación de facilitar la gobernabilidad negociando su abstención con un gobierno conservador en minoría, como dignísima era también la de que debía ensayarse hasta las últimas consecuencias la formación de un gobierno de izquierdas.

Sin embargo, el grupo dirigente, en lugar de plantear abiertamente aquella disyuntiva, optó por el golpe de mano, por la cuartelada, por la defenestración del líder seleccionado por las bases. La razón de ello fue oscura y el propio presidente de la comisión gestora, Javier Fernández -un socialista honrado en cualquier caso—, se ha cuidado de explicarla: nadie efectuó la propuesta de pactar la investidura con el PP porque todo el mundo sabía que quien se pronunciara de aquel modo perdería el siguiente congreso federal.

En estas circunstancias y con tal sobreentendido pendiendo de los cielos, la actitud actual de la militancia es fácilmente inteligible: se ha sentido burlada, traicionada. Y esta sensación predomina sobre cualquier consideración ideológica, que en este asunto es accesoria, por más interés que suscite el documento de Pedro Sánchez, que indaga en una nueva y genuina opción socialdemócrata.

En efecto, el golpe de mano del primero de octubre, que da lugar a la investidura de Rajoy, determina automáticamente las referencias posicionales de los candidatos: Sánchez pasa a ser el candidato de la izquierda en tanto Susana Díaz, su antagonista por definición y considerada muñidora del golpe, pasa a ser en el acto candidata de la derecha, en tanto Patxi López, poco más que ambiciosa figura decorativa en este pleito, es encasillado como candidato centrista. Bien entendido que, al margen de estas ubicaciones referenciales, ni Sánchez es un radical ni Díaz es conservadora ni López equidista de los otros dos.

En esta coyuntura, todo puede ocurrir, aunque está claro que hoy por hoy domina la tesis de que las bases están con Sánchez por fidelidad a su propia máscara. Lo que difícilmente sucederá, lamentablemente, es que se cierre pacíficamente el contencioso. Porque en este episodio ha habido una visceralidad innecesaria que dejará huella en todo caso. Los experimentados cuadros que controlaban el PSOE debían saber que en este mundo proceloso de la rivalidad política las heridas tardan mucho en cicatrizar, y tras la defenestración de Sánchez ha habido demasiadas declaraciones, demasiadas traiciones y demasiadas venganzas como para imaginar que quien gane ahora las primarias tendrá a todo el partido tras de sí.

De cualquier modo, la crisis socialista ha permitido comprobar que el sistema interno de organización no funciona por lo que es preciso establecer las pertinentes correcciones. La inamovilidad del secretario general, salvo retirada de la confianza por las bases, debería complementarse con una delimitación clara de las competencias de la ejecutiva, del consejo federal y del consejo territorial. Este último, potenciado en la etapa de oposición, no debería en concreto imponerse a los órganos federales que marcan la tradición socialista.

Compartir el artículo

stats