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Tiempos de postverdad

La postverdad está de moda. Quizá por eso LA Land arrasa en las pantallas, igual que en la década de 1930 arrasaban las pelis de aventuras exóticas o los bailes de Fred Astaire. La rosa púrpura de El Cairo examinó más tarde la esquizofrenia del personal que por entonces desconectaba de su particular postverdad „o preverdad o lo que fuera„ y durante un rato se marchaba a vivir a lujosos hoteles o a pintorescos escenarios bidimensionales, donde siempre había alguien que rompía a cantar y bailar. Y donde, sobre todo, el final positivo estaba garantizado. Hace poco oí afirmar a un opinante en radio, a propósito de LA Land, "Durante dos horas fui feliz". A lo mejor sale a cuenta, visto el precio de la electricidad, asegurarse así la dicha. Otros lo tienen más difícil. Cuando arreció el temporal costaba no acordarse de los miles de refugiados que, en la culta y civilizada Europa, arrostran la furia de los elementos en condiciones más que precarias.

Al ámbito no ya de la postverdad, sino casi de la metaverdad, pertenecen las noticias de Fitur. Para empezar, las ingentes previsiones turísticas del próximo verano; habrá que prepararse. Y en segundo lugar, las perspectivas del impacto que tendrá en nuestra ciudad el Palacio de Congresos; ese edificio que pasó años sumido en el sopor como el castillo de la bella durmiente y que ahora parece a punto de despertar. En la línea euforizante de un auténtico Palma Land, apuntémonos al luminoso futuro que pintó Gabriel Escarrer. Nos gusta especialmente lo de encariñarnos con el edificio. Sí que hay mucho gruñón que no le demuestra el debido afecto, pero eso va a acabarse. Pronto aparecerá por allí Fred Astaire deleitándonos con actuaciones optimistas, y detrás, coronada de frutas tropicales, Carmen Miranda encabezará congas sin fin para regocijo de la palmesanía.

Más postverdad. En una rueda de prensa el presidente de los Estados Unidos, como un niño de jardín de infancia, se negó a contestar a un periodista con un elaborado: "No, tú no". Por su parte, el Papa Francisco aseguró que en momentos de crisis no funciona el discernimiento y, pese a que hace veinticinco años que no ve la televisión „o tal vez por eso mismo„, defendió a ultranza la comunicación y el diálogo. Mas dejemos las alturas. Me cuentan que un joven emprendedor retomó los estudios de secundaria para tener su correspondiente título, pero el proyecto se le ha puesto cuesta arriba. Su pujante negocio „hacerles la compra a las ancianas del barrio y pasear perros„, para el que ya subcontrata a amigos, se ha diversificado en una rama que no para de crecer. Por encargo de un hotel, ahora acompaña a clientes extranjeros a los bares más típicos. Ni siquiera tiene que darles conversación, tan sólo llevarlos a los locales y, eso sí, asegurarse de que no se le despista ninguno y vuelven todos, por muy deplorablemente etílico que sea su estado. Qué verdad es que también se puede morir de éxito.

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