Diario de Mallorca

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Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

Un nuevo síndrome

La lentitud de la justicia y la proliferación de medios (hay ya más periódicos que realidad) provocan que personajes como Blesa se repitan de manera cíclica y nos lleguen a ser tan familiares como el vecino o el hermano de nuestra mujer. Me cuenta un amigo de toda confianza que el otro día se cruzó en la calle con Bárcenas, al que abrazó y deseó feliz año sin darse cuenta de que era Bárcenas. Sintió que se trataba de alguien muy cercano e hizo lo que hacemos con los cercanos. Ya en casa, y tratando de identificar al tipo al que tan efusivamente había saludado, cayó en la cuenta de que se trataba del extesorero del PP. Le ocurrió a mi amigo, pero nos puede suceder a cualquiera. Vas por la calle, abstraído en tus cosas, levantas la vista por lo que sea, descubres a Francisco Correa y le estrechas la mano preguntándole por la familia.

La vida empieza a parecer una secuela de La que se avecina o de Aquí no hay quien viva, ahora no caigo. Todo el mundo nos resulta familiar, como si vivieran en el piso de arriba, o en el de abajo, o se tratara del portero de la finca. Piensa uno que hasta los propios jueces deben de sentir un déjàd vu cuando abren la persiana del juzgado y se encuentran a Blesa esperándoles.

-¿Pero qué hace usted aquí?

-Resulta que me subí ilegalmente el sueldo y tiene usted que condenarme a cuatro años.

Si yo fuera uno de estos delincuentes supuestos intentaría agilizar los trámites para ir a la cárcel cuanto antes y salir cuanto antes también. Pero sobre todo para que la gente dejara de saludarme por la calle como si fuera su primo o su cuñado. Por fortuna, las cámaras no entran en el presidio, donde puede uno gozar al fin de cierta privacidad. Mientras escribo estas líneas, veo a Rodrigo Rato en la pantalla de la tele, que mantengo encendida aunque sin volumen, para que sus colorines me hagan compañía. El exvicepresidente de Aznar entra o sale de un juzgado con la cartera en la mano derecha. Una imagen icónica a la que estamos tan acostumbrados que nos resbala. Pero no nos resbala, se queda dentro, tan dentro de mí, de nosotros, que, quieras que no, acabas cogiendo cariño al animalito. Aquí hay un síndrome nuevo, todavía por definir. ¿Qué dice el DRAE?

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