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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Cineciutat, en precario

Cineciutat tiene mayor peso cultural que una facultad de la Universitat. Con un millar de socios, supera en silenciosa relevancia colectiva...

Cineciutat tiene mayor peso cultural que una facultad de la Universitat. Con un millar de socios, supera en silenciosa relevancia colectiva al fracasado Real Mallorca, que cuenta con un diluvio de páginas para cantar su desolación. Comparen con mi Asociación de Enemigos de los Amigos de la Ópera, con un solo fundador, presidente y socio, que además son la misma persona. El viernes fui a los cines de s'Escorxador para ver la asombrosa Paterson en versión original. Tiene su mérito alcanzar la entrada de los cines, porque el Cort ultraprogresista ha convertido el antiguo matadero en una inmensa terraza de restaurantes. Caminas de perfil para sortear las mesas, se agradecería un paso cebra.

Sin esta iniciativa cinematográfica autogestionaria, adiós a la mitad de la cartelera y a experiencias únicas hoy mismo como Omega o La muerte de Luis XIV, indispensables en la formación de los universitarios mallorquines. Por supuesto, un proyecto que no incluye una tienda de bolsos ni un local de tapas ha de luchar a diario por la supervivencia. Cineciutat está condenado a la precariedad desde su propia génesis. Ahora está además inmerso en un enconado proceso electoral, que recuerda demasiado a las pugnas internas de Podemos. Me cuentan escenas truculentas en la trastienda, por supuesto con una vertiente económica.

Cineciutat no me pertenece. Al contrario, me programa, y no estoy especialmente descontento con su manipulación. Quienes queremos ver películas, sin reducirlas a la bazofia subtitulada en finlandés que sirve una tableta, somos resistentes del siglo XX condenados a la extinción. Compare cualquier día la asistencia a las salas de s'Escorxador con la marabunta movilizada para consumir la tapa del día en el mismo recinto. La magia de este cine consistía en congregar a los disidentes. Francamente, me importan un bledo iniciativas burocráticas como la Mallorca Film Commission y demás entidades parasitarias, destinadas a perpetuar la ley de que jamás se ha rodado una película interesante en la isla. Cineciutat nos arranca de la provincia. Sus creadores tienen derecho a hundirlo, nosotros tenemos derecho a no resignarnos.

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