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Antonio Papell

El PSOE, ensimismado

El Partido Socialista, seguramente contra su voluntad pero sin duda a causa de sus propios errores, está escenificando una absurda pugna interior que, además de poner de manifiesto la división interna algo que castigan con saña los electorados deja en muy mal lugar a los debatientes porque parecería que el disenso versa sobre si los socialistas han de permitir o no gobernar a Rajoy.

La cuestión es evidentemente controvertible, como lo prueba el hecho de que conspicuos miembros de ese partido los expresidentes González y Zapatero y el exministro Borrell entre otros hayan opinado que el PSOE debe facilitar la gobernación al PP. Pero si el líder del partido ha impuesto el criterio contrario, con el fundamento nada trivial de que se limita a cumplir el programa electoral y a atender la voluntad poco dudosa de la militancia a este respecto, será muy difícil llevarle institucionalmente la contraria, entre otras razones porque siempre podría Sánchez avalar esa decisión con una apelación directa a las bases. El presidente extremeño, Fernández Vara, ha pedido debate al respecto, y ha encontrado la simpatía personal de los críticos con Sánchez, pero ninguno de ellos ni Carme Chacón, ni Susana Díaz, ni Edu Madina? se ha atrevido a proponer en voz alta que lo conveniente sería abstenerse para que Rajoy siguiera en Moncloa. Veremos qué ocurre en el comité federal del 1 de octubre.

En la oposición sorda que mantiene ese sector del PSOE, tan autista, se ha extendido además la especie de que Sánchez, elegido secretario general en primarias con toda la carga de legitimidad que le otorga el procedimiento, tendrá que responder de los previsiblemente malos resultados que cosechará en Galicia y en Euskadi. Si se cumplen las encuestas obtendría 8/9 escaños en Euskadi frente a los 16 de 2012, y 13/14 en Galicia frente a 18 de hace cuatro años, el resultado será pésimo pero no inesperado si se piensa que Podemos no existía en 2012.

En estas circunstancias, en lugar de comparecer unido y dispuesto a reflexionar profundamente sobre las causas de una situación tan delicada, el PSOE se muestra al exterior como una deteriorada jaula de grillos, en que lo único que importa es el reparto de las cuotas de poder interno y en que los críticos se han instalado tras la silueta de una apparatchik cuyo mayor mérito ha sido medrar en el aparato socialista andaluz a los pechos de Chaves y Griñán hasta el liderazgo y el poder.

El PSOE, como toda la socialdemocracia europea, tiene un serio problema de identidad y de credibilidad, por el cual dicho sea simplificadamente y a falta de análisis más ambiciosos muchos de quienes han comprobado que el centro izquierda hacía dejación de sus clásicos principios, permitía o abonaba la laminación del Estado de bienestar, se desentendía del gravísimo problema de desintegración social que se derivaba del hundimiento de la clase media, transigía acríticamente con las imposiciones ultraliberales de Bruselas y pasaba por el aro de unos recortes indecentes en los servicios públicos que habilitaban recursos para poder rescatar a la banca, se han pasado con armas y bagaje a Podemos, que les ofrece algo tan simple como recuperar el significado de las viejas palabras.

En cualquier caso, ese problema, que es existencial y que si no se resolviese representaría la desaparición del PSOE, sólo puede abordarse desde la reflexión, la inteligencia y la reconstrucción minuciosa del proyecto. No es un asunto que haya de limitarse al liderazgo sino que debe ser abordado por todos ya que desgraciadamente no asoman hoy en el partido especímenes de la talla descomunal de un Felipe González, por no citar más que a quien lideró unos equipos admirables que fueron capaces de abarcar el Estado en toda su extensión y complejidad.

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