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Joaquín Rábago

Hillary, con experiencia pero no tranquilizadora

Si la bisoñez, la megalomanía y el carácter errático del candidato republicano a la Casa Blanca no inspiran a nadie, ni siquiera a muchos de los suyos, confianza, la más que probada experiencia política de su rival demócrata tampoco resulta especialmente tranquilizadora. Quienquiera que sea el próximo presidente de Estados Unidos, y todo apunta a que será la primera mujer que llegue a ese puesto, tendrá a su disposición un poder extraordinario para hacer lo que han hecho sus predecesores: intervenir en los asuntos del mundo, ordenando operaciones encubiertas o intervenciones militares tanto en solitario como junto a sus aliados.

Y la demócrata Hillary Clinton no se ha distinguido en su larga trayectoria política por ser precisamente una "paloma", sino más bien a veces por todo lo contrario, según el detallado análisis de su carrera política que ha hecho Micah Zenko, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores de Washington (publicado en la revista mensual alemana Cicero). Así, por ejemplo en 2002, la entonces senadora por Nueva York votó a favor del uso de la fuerza militar en Irak, argumentando que había que demostrar al dictador de ese país, Sadam Husein, que todo el pueblo estadounidense estaba detrás de su presidente, el republicano George W. Bush.

Es cierto que luego cambió de posición y que en distintas ocasiones dijo haber tomado aquella decisión sobre la base de "los hechos y las seguridades que se le habían dado", pretexto que utilizaron también muchos otros políticos para justificar su apoyo a aquella desastrosa intervención. En los años 2007 y 2008, la todavía senadora Hillary Clinton se mostró, sin embargo, mucho más prudente que el entonces también senador Barack Obama al advertir de que los ataques contra objetivos de la organización terrorista Al Qaida en Pakistán podrían desestabilizar el arsenal nuclear de ese país asiático.

Llegado a la Casa Blanca, Obama ordenaría llevar a cabo 407 ataques con drones en Pakistán, que mataron a más de tres mil personas, y 300 de esas operaciones se produjeron precisamente cuando Clinton ocupaba ya la secretaria de Estado, lo que supuso por su parte un cambio radical de posición. En Afganistán, Clinton apoyó en 2009 el envío de tres de las cuatro brigadas que había solicitado el comandante de las fuerzas estadounidenses en ese país, mostrándose incluso más generosa que el mismo jefe del Pentágono, Robert Gates.

Según explica Zenko, más de un 75% de todas los muertos y heridos estadounidenses habidos desde los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra ese país corresponden a los cuatro años siguientes al de aquella decisión. En Libia, Hillary Clinton se pronunció decididamente a favor de un cambio de régimen con el argumento de que Estados Unidos tenía que apoyar a sus aliados europeos de la OTAN como contraprestación por la ayuda que éstos habían prestado a Estados Unidos en Afganistán.

La secretaria de Estado Clinton dio también su visto bueno en 2011 la intervención en territorio pakistaní de la fuerza de operaciones especiales de EE UU los Navy Seals para eliminar a Osaba bin Laden aun sabiendo que ello podía envenenar, al menos de momento, las relaciones con el país asiático. En 2012, Clinton y el director de la CIA David Petraeus presentaron supuestamente al presidente Obama un programa secreto en torno al suministro secreto de armas a los rebeldes sirios que intentaban acabar con el régimen de Bashar al-Asad.

Obama rechazó la propuesta argumentando que no existían garantías de que las armas acabasen en buenas manos y que los analistas de la CIA además eran de la opinión de que tampoco servirían de mucho frente al dictador sirio. Según el diario The New York Times, en su etapa al frente del Departamento de Estado, Hillary apoyó en 2010 a los jefes militares que proponían el envío del portaaviones George Washington al mar Amarillo como demostración de fuerza frente a China, a lo que se opuso entonces el presidente Obama por considerar que "con los portaaviones no se juega".

La experiencia de Hillary Clinton es incluso anterior a su participación directa en la política, pues ya como primera dama puso asistir a numerosos debates con altos representantes del Gobierno en torno a las intervenciones militares en Haití, Bosnia y Afganistán. Metida ya en política, Clinton perteneció durante seis años al comité de las Fuerzas Armadas del Senado, fue cuatro años secretaria de Estado y mantiene excelentes relaciones con altos militares jubilados, entre ellos el general Jack Keane, para quien, comenta irónicamente el autor del artículo, "no hay país del mundo que no pueda mejorarse con una intervención terrestre o desde el aire".

Experiencia, pues, no le falta a la casi con seguridad próxima presidenta de EE UU. La pregunta es cómo va a aprovecharla cuando sea la comandante en jefe.

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