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Déjà-vu electoral

El 26J será recordado como el día de las elecciones en las que la campaña de la izquierda movilizó a la derecha. Siempre que se me permita utilizar esta manida y reduccionista división de los partidos e ideologías. Pero tal vez ayude a entender por qué al Partido Popular no le han pasado factura ni la corrupción, ni los recortes, ni haber dejado pasar una legislatura con mayoría absoluta sin acometer ni una de las reformas estructurales necesarias o haber afrontado alguna de las cuestiones fundamentales que marcarán nuestro futuro. De entre otros muchos ejemplos véase Cataluña, la modificación de la ley electoral, o una reforma que garantice la sostenibilidad del sistema de pensiones si es que todavía estamos a tiempo. Muchos aún se preguntan cómo es posible que nada de esto haya provocado que los populares dejen de ser la fuerza política más votada.

Todo ello ante la desesperación de muchos electores de izquierdas, que ven como los dos principales partidos de la "gauche" se culpan mutuamente de no haber permitido un gobierno progresista en la pasada y efímera legislatura. Que si tú eres un radical y tú has pactado con la derecha neoliberal. Ante tal espectáculo, los socialistas han conseguido batir otra vez su peor registro histórico (como sigan así tendrán que empezar a cavar su propio suelo) y la coalición entre Podemos e Izquierda Unida no ha conseguido su objetivo de erigirse en la primera fuerza de izquierdas en España. Unos resultados muy por debajo de los esperados por una unión que se gestó pasando por alto que rara vez las coaliciones consiguen una suma aritmética de los resultados de los partidos por separado. Siempre se pierden votos por uno y otro lado.

Es hora de que todos hagamos autocrítica y reconozcamos que tendemos con demasiada facilidad a ofrecer explicaciones y soluciones sencillas a problemas complejos. Ocurrió con el Brexit. ¿Por qué los ingleses dieron un sí mayoritario a abandonar la Unión Europea? Más allá de ignorar la cuestión de si un margen de un 4 por ciento en un referéndum en el que ni siquiera votó todo el mundo es suficiente para tomar una decisión de tal calado, muchos decidieron explicarlo porque los ingleses son unos racistas. Xenófobos con pánico a la inmigración. E insolidarios. ¿Qué más da que Londres sea una de las ciudades más cosmpolitas del mundo, incluso con un alcalde musulmán? Tampoco pareció importar mucho a la hora de sacar conclusiones que la Pérfida Albión nunca haya sido muy partidaria de una verdadera Unión. Basta recordar que fueron de los pocos que decidieron mantener su propia moneda cuando el euro iba a ser la panacea.

Todo eso es insignificante ante la posibilidad de una respuesta unívoca. Hemos oído decir que de una Europa justa y solidaria nadie querría marcharse. Y lo cierto es que el Viejo Continente ha empezado la casa por el tejado. Libre circulación de personas y mercancías por todos los países pero política de inmigración en manos de cada estado. Imaginen que viven en un piso compartido y hay una fiesta a la que cada compañero puede invitar a quien quiera. Una vez dentro de casa, los invitados tienen derecho a usar su baño, comer su comida y dormir en su cama. ¿Sería racista e insolidario que se tuviera que decidir entre todos la lista de asistentes? Porque, que una sepa, nadie ha dicho que no pueda haber convidados. Llamar a eso xenofobia es una simplificación tan burda que muy poco ayuda a la comprensión de la realidad. Estos eslóganes tienen su público, no lo negaremos. Y mucho más en este país. Donde, como dice Pérez Reverte, no cabe un tonto más. Porque nos caeríamos al mar.

Así que más nos vale a todos políticos, periodistas y ciudadanos alejarnos al rincón de pensar y tratar de averiguar por qué el votante conservador ha vuelto al PP y analizar los motivos por los que Podemos parece haber tocado techo. El voto o la abstención de castigo al PP por la corrupción ya se produjo en diciembre. ¿Qué han hecho mal todos los que ahora se quejan para que el elector de derechas haya primado la formación urgente de un gobierno después de seis meses? Tal vez las encuestas hicieran pensar a los de Pablo Iglesias que lo tenían todo hecho, y mucho más sumándose los votos de IU, a quienes han fagocitado en las listas y durante la campaña: no sólo se iban a merendar al PSOE, sino que hablaban incluso de "sorpasso" ese palabro tan de moda al PP. Lo único que queda claro es que la patata caliente sigue estando en manos de un PSOE mucho más debilitado que tiene que decidir como en diciembre si deja gobernar a un Rajoy ahora crecido u opta por un ejecutivo con Podemos y los nacionalistas. Pero siguen sin querer mojarse. ¿Qué ha cambiado? Nada. Todos mantienen los mismos vetos si hacemos caso de las primeras declaraciones que hemos escuchado. Así que, amigos míos, a este paso prepárense para acudir de nuevo a las urnas entre turrón y mantecado. Tal vez si repiten 4 ó 5 veces más las elecciones consiguen entre todos que el PP gane de nuevo con mayoría absoluta.

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