Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

Obama en España

La polarización de la política exterior española que provocó Aznar, en contra de los vectores europeístas y mediterráneos que formaban parte de la tradición de este país y de los sentimientos de pertenencia de la mayoría de los españoles, se mantuvo fatalmente en sentido contrario en virtud de la ley del péndulo durante los siete años de Rodríguez Zapatero al menos, hasta el estallido de la crisis, que centró la atención en otras cuestiones, y sólo cesó completamente durante la etapa de Rajoy, en que los asuntos exteriores han permanecido en manos de un experimentado europeísta, convencido de que había que volver a los grandes fundamentos de nuestra posición: leal pertenencia europea, mantenimiento cuidadoso y fecundo del vínculo trasatlántico, destacado papel exterior en las misiones humanitarias, cultivo de los intereses tradicionales en el Mediterráneo y África.

En este marco, el anuncio de la venida de Obama, casi al límite de su mandato y cuando en España todavía gobernará un gobierno en funciones, representa la culminación de esa normalización, que hubiera quedado ligeramente en entredicho si el primer presidente negro de los Estados Unidos hubiese concluido sus dos legislaturas sin visitar España (desde Nixon, todos los jefes de Estado de la gran potencia han pisado este país). Al fin y al cabo, España ha reafirmado sus lazos con la gran potencia al aceptar con amplio consenso parlamentario el escudo antimisiles en Rota y Morón, lo que agranda y fortalece una colaboración estratégica y militar que arrancó en el franquismo pero que ha sido también una constante democrática, ya en el seno de la Alianza Atlántica.

Obama ha producido grandes cambios en la concepción estratégica de su país, que se consolidaría y adquiriría estabilidad y permanencia si ganara las próximas elecciones Hillary Clinton, como parece probable (la posibilidad, realmente remota, de que Trump venza produce escalofríos). El progresista Obama es reacio a las injerencias militares y respetuoso con la soberanía de los demás países, y sus posiciones avanzadas en materia económica y social podrían ser una garantía para Europa, que recela y con razón del Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP), que podría terminar cuestionando los estados de bienestar del viejo continente, sacrificados en el ara de una competitividad que debería luchar con el dumping social norteamericano. Es difícil que un país que sostiene una sanidad y una educación públicas pueda competir en términos de igualdad con otro absolutamente liberalizado? A menos que este esté en vías de erigir un verdadero sistema de protección social, del que Obama ha puesto ya la primera piedra con grandes dificultades.

Es digno de resaltar el hecho de que ni en las elecciones de 2011 ni en las de 2015 la política exterior ha sido objeto de discusión preelectoral entre los partidos políticos. La integración en Europa es un sobreentendido que no se discute (y que ha dejado por tanto de ser política exterior para convertirse en cuestión de política interna), y la gestión de los asuntos internacionales ha pasado a ser en gran media política antiterrorista, que suscita grandes unanimidades y genera fuertes corrientes de solidaridad. El debate ideas sí aparece en el tratamiento de la inmigración, pero se plantea en relación con los derechos humanos y no de la geoestrategia mundial. En definitiva, la venida de Obama es un elemento más de la normalidad con que España vive su instalación en el contexto al que pertenece.

Compartir el artículo

stats