Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De hijos

Desde mi balcón veo por las mañanas el ritual, familiar y novedoso a la vez, de llevar los niños al colegio. Identifico las caras de sueño, el andar remiso de quien tiene que dar dos pasos por cada uno del adulto, el tacto y el peso de las mochilas -antes eran carteras-, siempre demasiado rígidas. Y también, como antes, me sorprenden los que ya caminan imposiblemente despiertos, parlanchines, risueños; los que incluso van dando saltitos y balancean la mano que los une al acompañante. Todos, eso sí, con la raya del pelo trazada a cordel, las mejillas satinadas, la ropa impoluta. El espectáculo despierta momentos vividos, igual que el olor de las aulas que visito cuando hay cita electoral. Aun en tiempos digitales, sus paredes siguen teniendo cierto regusto añejo a virutas de lápiz, a tiza, a goma de borrar Milán y a libro de texto, que huele distinto a todos los demás.

La novedad es la cantidad de adultos que escoltan a los niños. La proporción entre grandes y pequeños es casi paritaria, si es que a veces no cae del lado de los mayores. Por una abuela que lleva a sus tres nietos, hay tres o cuatro parejas de abuelos que acompañan a un solo nieto; por lo general se trata de un progenitor -tres de cada cuatro casos, la madre; uno de cada cuatro, el padre- con uno o dos hijos. La natalidad española es la que es, las familias numerosas descienden e, inversamente, asciende el cuidado individual de la prole. Antes no era raro ver a un adulto, incluso muy joven, hacerse cargo de la tarea a granel: ah, aquellos hermanos mayores (casi siempre hermanas) que, con gesto de mártir cristiano, avanzaban por la acera pastoreando a un grupo de hermanitos y vecinitos hasta el colegio. Hoy la tendencia parece ser otra, y son los padres, o como mucho, los abuelos, los que se encargan de la propia célula filial.

Los hijos ya no son "lo que manda Dios", sino un bien escogido -y en ocasiones, muy buscado- que despierta respuestas viscerales. La semana pasada, por ejemplo, inauguraba informativos la noticia de un examen extraordinario realizado a los niños de primaria, entre el revuelo de varias asociaciones protectoras de la infancia; asimismo, se comentaba una iniciativa que propone acabar con los deberes. Curiosamente, esa voluntad de no someter a los niños a ninguna tensión escolar contrasta con el afán de tantos padres, responsables y preocupados, por colmarlos de actividades extraescolares, en un maratón horario que deja a la altura del betún la agenda de cualquier ministro. La proyección en el hijo, antigua como el mundo, sigue siendo la de siempre, y el atavismo del heredero funciona ahora igual que en la Grecia clásica. Si no, no se explica el tumulto levantado por las recientes declaraciones, a título personal, de Anna Gabriel. Dicen que el modelo de familia está cambiando, pero qué lento es en España el proceso de asimilación social de la variedad€ y cuánto pesa la fuerza de la costumbre.

Compartir el artículo

stats