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Jose Jaume

El PSOE hace fracasar a la izquierda

Rajoy ha logrado su objetivo: anular el resultado del 20 de diciembre. La repetición de las elecciones constata el fracaso de la izquierda, del secretario general del PSOE, quien, atado de pies y manos, no ha podido hacer lo obvio: un gobierno de coalición con Podemos. Se lo han impedido quienes, dentro y fuera del partido socialista, consideran inaceptable que se forme un ejecutivo con participación de quienes son execrados sin miramientos. Antes de entrar en los pormenores del asunto, en atisbar lo que se nos presenta, conviene hacer una confesión de parte: hasta el último momento mantuve el convencimiento de que las elecciones no se repetirían, que se formaría un gobierno que enviaría al PP a la oposición. No ha ocurrido. La izquierda se ha derrotado a si misma. En el caso de que sigamos considerando al PSOE un partido de izquierdas, sobre lo que, dado lo sucedido, está permitido albergar serias dudas.

Reconocido el radical error de cálculo vayamos a lo que importa: al firmar el pacto con Ciudadanos, Sánchez, constreñida hasta la asfixia su capacidad de maniobra por el comité federal del PSOE o lo que es lo mismo, por Felipe González, Susana Díaz y el poder económico que dispone de vara alta en el socialismo español, desdeñó la mayoría parlamentaria que le hubiera permitido ser presidente. Ha vuelto a ser el liliputiense que se presentó a las elecciones. Afirmar ahora que se equivocó al llamar indecente a Rajoy es una rendición incondicional. Sánchez, además de fracasar, ha arrojado por la borda el crédito obtenido en los cuatro meses de interregno vividos. Esa es la esencial causa del fracaso. Después, también se puede argumentar que las formas y modos de Pablo Iglesias no han sido los idóneos. Su soberbia y prepotencia no han ayudado, sino todo lo contrario. Iglesias es un dirigente al que la vena demagógica le pierde muchas más veces de las estrictamente necesarias, pero al final ha sido el PSOE quien ha impedido el pacto: la inteligente Mónica Oltra ha sido taxativa al lamentar la negativa socialista a aceptar la propuesta de ultimísima hora de Compromís. La vicepresidenta del Gobierno valenciano preguntó, irritada, de qué iba el PSOE al anunciar a través de Antonio Hernando (una de las muchas calamidades que pululan en la dirección del partido socialista) que aceptaban las propuestas, pero no a Podemos en el futuro gobierno. Era tanto como rechazar la iniciativa anunciada por Baldoví. El PSOE no ha querido y el PP ha obtenido lo que desde el 20 de diciembre ha perseguido: la anulación del resultado habido en las urnas y que se vuelva a votar con la esperanza de que el 26 de junio el desenlace sea más propicio, que permita a Rajoy seguir cultivando la indolencia en La Moncloa.

Uno de los fundadores de Alianza Popular (el nombre que antes tuvo el actual PP), el catalán Meilán Mestre, amigo de Manuel Fraga, ha manifestado, en una de las tertulias políticas de la radio española, concretamente en la Ser, que Mariano Rajoy está abocando al PP, y por lo tanto a la derecha española, a un desastre descomunal. Dice que la corrupción ahogará al partido irremisiblemente si el presidente del Gobierno en funciones no se va de una vez por todas. No es su propósito: la inagotable vanidad y displicencia que caracterizan al personaje se lo impiden. Rajoy está en condiciones de arruinar a su partido, pero también de descalabrar el sistema institucional español, dejarlo inservible. Es el gran responsable de que España se esté adentrando sin remedio en uno de los callejones sin salida que en nuestra historia han frustrado tantas veces los esfuerzos por solidificar las reformas modernizadoras.

Rajoy Brey, sin embargo, puede errar gravemente, porque la mayoría parlamentaria que se le negó el 20 de diciembre y que busca el 26 de junio es plausible anticipar que nuevamente quedará fuera de su alcance. Las encuestas que se están divulgando no han de ser tenidas en consideración: además de estar interesadamente sesgadas, no permiten atisbar lo que sucederá, pues en los dos meses que hay que transitar hasta llegar al día electoral ocurrirán muchas cosas, imprevistos que no permiten dar por razonablemente ciertos los datos que se nos ofrecen.

Veamos: el PP está embistiendo a Ciudadanos, porque colige que el pacto que rubricó con el PSOE le permitirá recuperar votantes. Creen los populares que están en disposición de achicar a Ciudadanos, que muchos de los que le votaron el 20 de diciembre se han arrepentido. Es muy osado darlo por hecho: la corrupción del PP no está amortizada. Quedan letras que pasar al cobro. Barberá, que sigue aforada en el Senado, Soria y los papeles de Panamá están haciendo su trabajo. No lo han concluido. Tal vez Rajoy obtenga una débil mayoría para gobernar con el beneplácito de un PSOE moribundo. No haría más que anunciar el desastre final.

Y lo que va a cambiarlo casi todo es el pacto entre Podemos e Izquierda Unida, la denominada confluencia de las izquierdas. Ahí está la radical novedad del momento, el cambio que puede completar el iniciado el 20 de diciembre con la quiebra del bipartidismo. ¿Qué consecuencias tendrá la sustitución del PSOE por Podemos-IU como fuerza política de referencia en el campo de la izquierda? Si sucede, la ecuación se altera sustancialmente, porque las relaciones políticas que han existido en España desde el inicio de la Transición, fundamentadas en el eje derecha (primero UCD y después AP-PP) y la izquierda encarnada por el PSOE se verán alteradas en su médula. El PSOE, si es condenado a ser el tercero del mapa político, dejará de ser el partido del gobierno; pasará a ser un partido complementario de gobierno, lo que, se quiera o no, introduce una quiebra de envergadura en el edificio institucional.

Rajoy y Sánchez son los responsables de que se haya llegado al lugar en el que nos encontramos. El primero, por haber contribuido decisivamente a la putrefacción del sistema, por su impresentable negativa a abandonar la escena permitiendo la renovación del partido de las derechas españolas, carcomido en su raíz; el segundo, porque no ha sido capaz de hacer lo que el momento requería: aceptar lo obvio formando gobierno con Podemos.

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