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Columnata abierta

Cuidado con lo que sueñas

En 2011 contaba en esta misma página un tremendo golpe en bicicleta del que suscribe. Las consecuencias del accidente fueron una doble fractura de clavícula y seis costillas fisuradas. Lo que no he contado es que tardé cuatro años en volver a subirme a una bici. Cuando comencé a pedalear de nuevo, entraba en las rotondas a la velocidad del triciclo de mi hija, atenazado por el pánico y el recuerdo de aquel dolor agudo cada vez que respiraba. Hace un par de meses envié un mensaje a alguien que el día anterior se había destrozado la cara y los dientes contra el asfalto de una carretera en Argentina. Ella también circulaba en bicicleta, y llegó a perder el conocimiento unos minutos por el impacto brutal contra el suelo. Al levantarse, buscó tambaleante su máquina maltrecha para volver a la carrera, pero el médico de la selección española de ciclismo femenino se lo prohibió. Sólo consiguieron frenarla unos días, porque dos semanas más tarde ganaba el duatlón de Artà, con la cara hecha un cristo, claro, pero mostrando su nueva dentadura con una enorme sonrisa. Queda clara la diferencia entre las personas normales y las que son de una pasta especial, como Mavi García.

Algún escéptico podrá pensar que esa diferencia la establecen las circunstancias de un ciclista aficionado, algo torpe y con otras obligaciones en la vida, y una deportista de élite que se dedica a dar pedales de manera profesional. Es decir, que Mavi García volvió tan rápido a la competición porque le iba el sueldo en ello. Pero no, no es eso. Antoni Oliva nos explicaba hace unos días en este periódico que Mavi García ha tenido que solicitar un año de excedencia en su puesto de trabajo para poder dedicar el tiempo necesario a sus entrenamientos. El caso de esta chica tan conocida entre los corredores populares y los ciclistas aficionados de Mallorca „y desde hace un par de temporadas también en el resto de España y en el pelotón femenino internacional„ es un ejemplo de explosión tardía de una atleta de gran talento físico. Sin embargo, como casi siempre en la vida, lo que marca la diferencia en su caso es la fortaleza mental, y una capacidad de sacrificio y superación fuera de lo común.

Conocí a esta chica hace siete u ocho años, cuando comencé a participar en carreras populares de Mallorca. Ella también acababa de empezar en el atletismo amateur, pero ya entraba siempre la primera. A riesgo de ser fusilado en el paredón de las redes sociales por machista, he de reconocer que por entonces para mi era un pequeño aliciente ser el último hombre en llegar a meta antes de la primera clasificada femenina, así que solía correr junto a Mavi hasta los últimos kilómetros. Me ayudaba mucho ir con ella, porque su zancada, sus piernas y sus glúteos constituyen un estímulo visual tan potente que darían para otro artículo completo. Pero no me quiero distraer. Lo cierto es que en los primeros años conseguía superarla por la diferencia de fuerza, hasta que la chica despegó dejando a los mediocres en tierra. En 2013 comenzó a destacar en pruebas de atletismo en pista y en ruta a nivel nacional, y un día su hermano le invitó a unirse a una salida en bicicleta con su grupo de amigos. La temporada siguiente ganaba el campeonato de España de duatlón, y fichaba por el mejor equipo español de ciclismo femenino. Una progresión meteórica, algo sencillamente increíble a su edad, frisando la treintena, en el deporte de élite.

Por desgracia, su caso también es revelador de la situación declinante en la que se encuentran tantas disciplinas deportivas de nuestro país en relación a los resultados que se obtenían hace unos años. Lo vamos a comprobar este verano, cuando repasemos el medallero olímpico de nuestros representantes. Fuera de los deportes de masas „que acaparan el noventa por ciento del espacio en los medios de comunicación„ las ayudas públicas y lo patrocinios privados para nuestros deportistas son de risa. Si además son mujeres el tema se vuelve dramático. En España existen ninis que no cubrirían sus gastos mensuales con una beca federativa como deportista de alto nivel. Algo hay también de falta de ambición y de acomodamiento en las nuevas generaciones, pero no en el caso de una mujer que hasta hace unos días se tenía que comer un bocadillo a media mañana delante de su ordenador para poder entrenar dos horas de bici mientras sus compañeros de trabajo almorzaban con tranquilidad.

Los Nadal, Iniesta, Gasol o Alonso juegan en otra competición mediática. Pero fuera de la liga de las grandes corporaciones, cuesta entender que nuestra clase media empresarial no perciba los beneficios de asociar sus marcas a los valores del deporte que encarnan personas como Mavi García, capaces de luchar y arriesgarse por un sueño olímpico imposible de imaginar para nadie, ni siquiera para ella, hace sólo dos años. A esta guerrera no le ha dado miedo soñar, y por ello corre el riesgo de verse este verano paseando en chandal por la villa olímpica de Río de Janeiro.

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