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José Francisco Conrado de Villalonga

´Lockout´ en el Congreso

Desde los comicios del 20 de diciembre de 2015 el país se encuentra sin gobierno, han transcurrido más de tres meses y los ciudadanos siguen sin saber cuánto tiempo durará el actual desgobierno. Si hay convocatoria de nuevas elecciones, como es de prever, y los resultados son similares a los de diciembre, como probablemente ocurrirá, la vida seguirá igual, sin Gobierno y sin Parlamento. Todo sigue igual, efectivamente, pero el personal que paga impuestos se empieza a preguntar, ¿qué hacen los diputados en el Congreso?, ¿y los senadores en la Cámara del Senado? La respuesta es nada, no tienen nada que hacer, salvo cobrar puntualmente. La iniciativa legislativa corresponde al Gobierno, si no hay Gobierno no hay proyectos de ley que estudiar. En el Congreso deben analizarse los proyectos de ley, ser discutidos, enmendados, rechazados o aprobados y enviados al Senado. La otra función de las cámaras consiste en controlar al Ejecutivo pero ahora el actual Gobierno en funciones se niega a someterse a examen. Entonces, ¿qué hacen los diputados y senadores?

Se puede decir que estamos ante una situación de suspensión de actividad, de lockout, en las cámaras legislativas. La expresión inglesa lockout se emplea cuando una empresa decide cerrar, aunque sea temporalmente, -en castellano sería cierre patronal-. Ello supone la paralización de la actividad y el despido de los trabajadores. Si se repasa la historia, se observa que ha habido grandes cierres patronales que han tenido consecuencias políticas y económicas. Como es lógico, los trabajadores ante un supuesto de suspensión de actividad cesan en el empleo y pierden el salario.

¿Los ociosos parlamentarios han perdido empleo, sueldo, dietas, y residencia? No. La pregunta que la gente se hace es, si no trabajan, ¿por qué cobran? Ha quedado patente que los partidos políticos no se ponen de acuerdo para resolver el desbarajuste que se ha creado, no se ponen de acuerdo ni para llamarse por teléfono, cuando su primera y única obligación es, en estos momentos, elegir un gobierno. Mientras diputados y senadores y el Gobierno en funciones están, como quien dice, a la "sopa boba", y con privilegios a cargo del imponente.

La Iglesia Católica, institución religiosa sabia e inteligente, con más de 2.000 años de permanencia, está estructurada como monarquía electiva. Para investir a un Papa debe congregarse el Colegio Cardenalicio y, mediante votación secreta, elegirlo. Para ello se reúnen en conclave cum clavis -bajo llave- en la Capilla Sixtina y de ahí no pueden salir hasta que se haya producido la elección. Si tardan mucho en ponerse de acuerdo corren el riesgo de sufrir severas restricciones personales como ha ocurrido en diversas ocasiones de la historia de la Iglesia.

Tras la muerte del Papa Clemente IV en el año 1268, los cardenales fueron convocados en Viterbo y después de tres años sin entenderse sobre la persona que debía ocupar la cátedra de San Pedro, los habitantes de la ciudad, hartos de aquella situación, decidieron no proporcionar más alimentos a los allí reunidos, salvo pan y agua. Ante aquella inclemente restricción los congregados se apresuraron a elegir a Gregorio X, quien una vez en posesión del cetro, y a la vista de lo que había sucedido con su elección, dictó una norma por la que en el futuro, si transcurrían tres días sin ponerse de acuerdo sobre la persona que debía ocupar el papado, se dejaría a los cardenales sin más alimento que pan y agua y, además, dejarían de percibir las rentas eclesiales.

Los partidos políticos están cometiendo hoy un "craso error" que puede costarles muy caro y, por supuesto, a la democracia española también. Craso error como el que cometió Marcus Licinius Crassus, 115-53 a C., general romano y firme apoyo de Julio Cesar, político de prestigio, vencedor de varias guerras, fue quien sometió la rebelión de los esclavos que encabezaba Espartaco. Recibió como recompensa el encargo de dirigir un poderoso ejército contra el Imperio Parto. El exceso de confianza por sus éxitos anteriores, el no valorar la situación y las consecuencias de sus acciones, le supuso una tremenda derrota en el inicio de la campaña. Allí encontró su muerte política y también la muerte física. La historia, que enseña casi todo, dice que ante una complicada situación mejor hubiera sido pactar. Desde entonces el no llegar a alianzas ante situaciones enredadas sigue siendo calificado como "craso error".

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