Diario de Mallorca

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El ir a la compra dio un paso adelante gigantesco cuando alguien inventó el carrito, esa especie de mochila con ruedas que se llevaba primero arrastrando hasta que los médicos dijeron que no, que había que empujarlo para no sufrir lesiones en el hombro. Será esa modificación del gesto el que haya hecho que de vez en cuando se vean por la calle carritos de bebé con la compra dentro pero eso no es una innovación técnica; es un apaño. Hay que reconocer que la humanidad suele progresar más por medio de las chapuzas que de los inventos pero cuando ya creíamos que lo habíamos visto todo en materia de carritos de la compa va Amazon y anuncia que en breve nos llegará la compra a casa en drones.

Espero vivir para verlo y, en particular, para poder comprobar lo que sucede cuando un golpe de viento se lleve por delante el dron, lo vuelque, y caigan los huevos y los yogures encima de los paseantes. Anticipando las maldiciones, es de recomendar que no se acuerde uno de la madre del tendero ni de la de quienes procedieron a estibar la compra en el aparato volador. Amazon es el destinatario natural de los insultos.

Con el dron de la compra se da un paso adelante hacia la desaparición de los servicios que le hacían a uno la vida más fácil. Primero fueron los serenos que te arreglaban el problema cuando te habías dejado la llave en casa. Luego los empleados de las gasolineras que evitaban el que las manos te apestasen a fuel oil. Hay supermercados que eliminan las cajeras para que sumes y pagues tú mismo. Ninguna de esas desapariciones supone ventaja visible para los ciudadanos que se ven forzados a hacer lo que antes hacían otros y sin que se les ahorre ni un céntimo por asumir el trabajo ajeno. Con el dron de la compra pasará lo mismo: que los repartidores perderán su empleo. Y encima a beneficio único de quien viva en un ático o tenga jardín porque el dron tendrá que aterrizar en alguna parte, digo yo, y luego es cosa de arrastrar los víveres hasta casa como Dios le haga entender a cada uno.

Dicen que de momento el sistema sólo sirve para transportar paquetes de un kilo y se pone como ejemplo de su utilidad el poder mandar medicamentos a un pueblo remoto de África. Será toda una novedad que lleguen hasta allí pero no a causa de los drones de marras sino porque a los pueblos africanos perdidos no se les manda medicinas de manera alguna. Suponiendo, encima, que existan medicamentos para quienes no pueden pagarlos. Así que da la impresión de que estamos una vez más ante las historias de Julio Verne pero vacías de gracia literaria. Con una diferencia: las novelas de Verne se quedan en eso, en cuentos entretenidos. Los inventos que aniquilan empleos, atascan la vida y nos hacen ir hacia atrás se vuelven reales. Será cosa de inventar un deporte nuevo, el del tiro al dron como superación del tiro al plato, y ponerse a vigilar los cielos. Así, al menos, cuando venga el Armagedón y nos lluevan los rayos y centellas estaremos preparados.

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