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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Hila, no nos adoctrines

Es que no lo pueden evitar. Les das un balcón con vistas a una multitud y necesariamente han de usarlo para la proclama y la soflama. Qué plastas son. Ahora que el crucifijo ya no preside el salón de plenos del Ayuntamiento, el alcalde socialista le va a coger el gusto a la audiencia papal de los miércoles, con su perorata y su bendición a las masas de creyentes. Pues no, señor José Hila. El viernes pasado los cientos de personas que se agolpaban en Cort no habían peregrinado hasta allí con sus carritos, sus mochilas portabebés y sus hijos pequeños a cuestas para escuchar un manifiesto a favor del pueblo saharaui, ni ningún otro manifiesto. Seguían los pasos de las hadas y los duendes del delicioso pasacalles del Circ Bover y las notas de los villancicos de la Coral Universitaria hacia el chupinazo navideño. Sin más. El encendido de luces es una fiesta infantil que no debe ser manoseada ideológicamente, no sé en qué mundo viven los inquilinos de la casa consistorial para no entender algo tan básico. Hay otros momentos, otros lugares, otros balcones seguramente menos concurridos, para lanzar mensajes políticos, humanitarios o como se les quiera llamar. Vale la pena repetirlo porque son capaces de aprovechar que hay miles de pequeños ciudadanos esperando a los Reyes Magos para soltarnos una arenga antitaurina, o colocarnos un discurso pro palestino antes de que suenen las campanadas de fin de año.

Poner a dos niños saharauis a apretar el botón que enciende la Navidad de Palma, con sus caras felices y emocionadas, ya era suficientemente elocuente. Todos los allí presentes entendimos el mensaje que nos estaban enviando a la primera, y por ello los pequeños se llevaron el aplauso general. Porque los niños son niños todos, y aquello era una fiesta de niños de Palma. Pero como los gobernantes tienden a minusvalorar el intelecto de los sufridos contribuyentes quisieron abundar en la materia añadiendo al gesto simbólico un sermón sobre las condiciones de los campamentos de refugiados y su derecho a la autodeterminación. La sutil línea que separa la solidaridad del adoctrinamiento se cruzó con desparpajo, momento en el que la gente reaccionó con una buena pitada. Por lo que pude ver in situ, algunos padres silbaron a la inoportunidad del asunto y el rato de espera de los críos ansiosos por ver brillar las guirnaldas, y otros que no silbaron se mostraron igualmente molestos: "no hemos venido a esto", era el sentir mayoritario. Para los que se han rasgado las vestiduras, recordar que el público es soberano y tiene derecho a reaccionar como le dé la gana. Y si no te gusta, no te expongas, máxime cuando nadie ha pagado una entrada para verte y escucharte.

Les pierden las ganas de añadir significado a lo que ya lo tiene, y "dar un cariz social" a la Navidad, en palabras de la concejala de Participación Ciudadana de Som Palma, Eva Frade. Respetable, si nos dejan elegir a qué causa apoyamos los mayores, dejando al margen a los niños. Al menos a los nuestros, los suyos que los utilicen como quieran, para la campaña electoral o para la reivindicación, es su responsabilidad. Las lecciones morales que nos lleguen, a poder ser, en forma de becas de comedor, inversiones en los colegios, parques bien cuidados, actividades culturales infantiles y mucha seguridad vial. Más presupuesto y menos manifiestos. No nos cuelen doctrina de rondón en los escasos ratos lúdicos que nos deja la vida o, como mínimo, les pitaremos.

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