En la reunión del G-20 que acaba de celebrarse en el balneario turco de Antalya, cuentan las crónicas que, entre las muchas entrevistas bilaterales que han mantenido los líderes presentes, una de las más relevantes ha sido la de Cameron con Putin. Las diferentes versiones coinciden en afirmar que el británico habría convencido al ruso de que intensifique sus ataques contra el ISIS en todos los frentes? Pero después del encuentro, y en rueda de prensa, Putin realizó una denuncia inquietante: según el mandatario ruso, cuarenta países están financiando el Estado Islámico, entre ellos algunos del propio G-20, mediante la compra de petróleo a gran escala. Putin se mostró a favor de reforzar una coalición para acabar militar y políticamente con este grupo terrorista, pero exigió también "la necesidad de aplicar la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobada a iniciativa de Rusia, para prevenir la financiación del terrorismo". Putin explicó que ha mostrado al resto de países imágenes aéreas que "claramente muestran la escala y la extensión de este comercio ilegal del petróleo y productos petroquímicos". Curiosamente, horas después de esta intervención, los Estados Unidos anunciaban que, por primera vez -su campaña de ataques aéreos contra el ISIS dura ya 16 meses-, habían bombardeado un convoy de 115 camiones cisterna en la ciudad de Deir Ezzor, a 450 kilómetros de Damasco, y cerca de la frontera con Irak, que se disputan el IS, el Frente Al Nusra (es decir, Al Qaeda), y las fuerzas leales al dictador Bashar el Asad.
Todo el mundo sabe que los estados petroleros del Golfo, con monarquías sunníes al frente, sostienen al islamismo radical. ¿No sería hora de hablar claro al respecto y de tomar las pertinentes decisiones?
