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Antonio Papell

Disparo al corazón de Occidente

Francia ha recibido, por segunda vez este año, un tiro en el corazón disparado por los islamistas radicales del ISIS, el Estado Islámico. Si el atentado del 7 de enero contra el semanario satírico Charlie Hebdo, que había cometido el crimen de satirizar con Mahoma, fue selectivo, el de este sábado contra grupos indiscriminados de personas en París fue la expresión del odio genérico y sin matices que estos perturbados profesan a cuanto responda a cánones de racionalidad y libertad.

En definitiva, el disparo brutal apuntaba a todo Occidente -los Estados Unidos, más distantes y mejor blindados que Europa, son más difíciles de alcanzar por los fundamentalistas-, a todos los países que formamos esta comunidad democrática que constituye, a pesar de nuestros fracasos, la elite de la razonabilidad y de la gobernación inteligente en que los seres humanos poseemos la mayor capacidad de autodeterminación que pueda concebirse.

¿Y por qué Francia? Porque Francia, cuya Revolución de 1789 puso los pilares de la democracia moderna, patria de las ideas revolucionarias que cambiaron el mundo, proverbial tierra de asilo, emporio cultural que ha sido avanzada de esta civilización, está siendo pionera de nuestro continente en la lucha contra el ISIS, contra el Estado Islámico, contra la secta perversa del islamismo suní que quiere conquistar el mundo para imponer la sharia y devastar la idea misma de progreso en el altar de un dios absurdo, de un verdadero ídolo de la crueldad y la detestación. Desde octubre de 2014, sus aviones de guerra están presentes en Siria, acompañando a los de Estados Unidos y ahora a los de Rusia, para combatir sobre el terreno al ISIS. El próximo día 18, el portaaviones Charles De Gaulle saldrá del puerto de Toulon con rumbo al Golfo Pérsico para intensificar la lucha contra el Estado Islámico en Siria y en Irak. Además, desde 2012, Francia también encabeza en el norte de Mali la operación Serval, en la que participan contingentes españoles, contra los rebeldes islamistas que amenazaban con conquistar todo el Sahel, con evidente riesgo para los países de África Central y para los regímenes inestables de la ribera sur del Mediterráneo. Finalmente, Francia es la cuna de la laicidad, y no consiente que irrumpan en la vida pública las expresiones fanáticas de religiones arcaicas que vejan y esclavizan a la mujer, obligándola a vestir ropas que la despersonalizan.

Es indudable que el surgimiento de EI -el llamado despectivamente DAESH en el mundo anglosajón- ha sido posible por las muchas equivocaciones occidentales. La guerra de Irak fue la espoleta de los conflictos posteriores, y hoy asistimos a la paradoja de que los nuevos terroristas están siendo entrenados por antiguos militares suníes que en su momento sirvieron lealmente a Sadam Husein. Además, es de dominio público que estos fanáticos asesinos están siendo financiados directa o indirectamente por los regímenes petroleros del Golfo, a los que seguimos tratando con guantes de seda. En cualquier caso, los atentados sucesivos contra objetivos europeos demuestran que la UE, que Occidente en general, no podrá vivir en paz si cierra los ojos a los conflictos de su alrededor. Tras este ataque inicuo contra Francia, la OTAN debe ponerse en marcha para combatir al Estado Islámico y estabilizar Siria e Irak de acuerdo con Rusia, que en este momento no podrá oponerse a una solución pactada. Es absurdo hasta la irracionalidad que la UE esté aprestándose a recoger a cientos de miles de refugiados que huyen de la guerra civil poliédrica de Siria sin intervenir en ella, mientras el contendiente más feroz, que intenta quedarse con toda la región para montar en ella su utopía religiosa, realiza esporádicamente sus razzias demoledoras sobre la UE para mostrar su furor y su odio.

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